martes, 4 de julio de 2017

Lugar del aire

                                   a Mariajo Maripepa, para su torreón de musarañas

Mira la mariposa
que entre las flores se camufla.
Es pétalo que aspira
sin tallo ni raíz
a una callada geometría
que no es música y suena
tenazmente trazada bajo el sol
en un ir y venir de estanques a macetas.
Contraria a la quietud,
si la retienes huye, quiebra
el aire, no es posible pararla,
detenida
sería puro destello
que no grita
de un agitado y tibio iris
ya nunca aleteador, acaso yerto,
de un ser que casi es luz y sólo oscila. 
En cambio, cuando en quietud la esperas,
se posaría en tu piel
si renuncias al ruido que nos nubla,
si tu mano respira
como el musgo en la sombra
la luz inaprensible de la lluvia
donde nace el impulso
que preludia sus alas.
Y si la miras hasta querer seguirla,
ella también te ve y acude a tu melena
que semeja la brisa cuando rozas
las cortezas y rocas. Porque entonces
vuelve de nuevo un parpadeo,
tiemblan las mariposas cuando acudes,
y algo revolotea y gira en torno
de la fruta y la menta,
de los aperos mansos, los fogones,
los horizontes y llanuras,
y los cielos y torres de Siruela.
 

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