miércoles, 16 de agosto de 2017

Estampa filipina

Sol submarino.
Y en su túnel de luz
un universo asciende.
 
La piel descalza, al fondo,
en el agua recibe
la espiral de vivirse.
 
Al trasluz de corales
peces de espuma y aire
son semillas de luces.
 
Busco el remo sonriente
en su estela volátil, 
en la hendidura azul 
de la pala en lo verde.
 
A la orilla de un lago
un anfibio recrea
y nombra el horizonte.
 
Es pagoda su bosque
y como un dios sedente
da fe de su inventario:
 
La selva es como un pájaro
que emite un tatuaje;
el cielo cada noche
con su carbón lo cubre.
 
Sobre la isla, el eco
de fuentes nos repiten
el origen del mundo
más allá del origen.
 
Son las horas finales del viaje.
 
En el sopor amable
de un cuerpo que se rinde,
 
el polen que braceas 
convocando a la nieve,
 
la sombra donde un ave
gime para olvidarte.
 
 

* (Hay amigas que al hacernos vivir sin que salieramos de casa su estancia en Filipinas gracias al envío y comentarios de las fotos de varios de los rincones del viaje -buceos incluidos-, han dado pie a este poema horas antes de su despedida de este otro alejado mundo, intacto (y no) y diferente. A la vez que nos dieron a conocer, por su veta pictórica, la existencia y el arte de una mujer irrepetible y en nada indiferente como la cubana Ana Mendieta, exploradora de otra manera de expresar e integrarse en el arte, antes de que la vida se le tornara tan difícil. Sea esta mención a su memoria una manera de brindar por lo que en nuestros ojos cada día renace.)