jueves, 5 de diciembre de 2024

Remanso

                                        Como el agua, que, 
                                        toda claridad, es espejismo
                                                         Álvaro Valverde


Miro el curso del agua que refleja
por su modo de ser cuanto a ella acude:
el paso de la vida, los cielos
intocables que tan altos
aquí bajan despacio y hasta tiemblan
a un palmo de las algas y los peces,
el ganado que lentamente bebe,
la tarde inhabitada sin testigos,
el vuelo de las aves, las inmóviles rocas,
las horas detenidas bajo un arco
a la luz variable con que llega el reflejo,
y en él la conmoción, la certidumbre
de acceder de otra forma a lo visible,
distinta a la diáfana del aire,
aquella que en la lámina del agua
sucede al discurrir e incide en ella.
Y entonces cada instante irrepetible
adquiere al oscilar y deslizarse
río abajo en la corriente
-igual que al respirar el vaho huye-
la condición de un hondo alejamiento,
y dulcemente duele al desprenderse,
pese a su pulsación más inmediata,
lo que recién vivido es ya nostalgia,
pasión desposeída por el tiempo
y clara aceptación hacia el olvido.
El rumor atrayente de las aguas
al deseado e íntimo descanso
nos sirve por igual desde su orilla
para admirar el verde que allí brota
que asistir con el tiempo a este diálogo
que sabe que el fulgor también concluye.
Hacia el atardecer sólo se pierde
un cauce tibio y leve: el que nos cubre
y encierra nuestra frágil consistencia.
La noche cae y los ojos que se cierran
recuentan lo que vieron antes de irse.


     fotografía de Manuel Torres García, tomada de la web de Pixabay
  

lunes, 25 de noviembre de 2024

Palabras para Ángel, noviembre 2024

Cuando en el otoño de hace tres años sentí el impulso gozoso de preparar una publicación colectiva de homenaje a Ángel Campos, a quien, como muchos de los que lo conocimos, hemos seguido recordando vivo desde su fallecimiento hace ya dieciséis años, y que pudo concretarse en la bella edición del libro Recobrada memoria, editado en Extremadura gracias a la colaboración de muchos de sus amigos y al amparo exquisito del sello editorial Vberitas, los meses durante los cuales fui dando forma al proyecto no dejé de zambullirme de nuevo en el mundo y los poemas suyos, de modo que para participar yo también en el reto de contribuir con un dístico que acompañara a la edición de los ocho de Ángel que él nombró Memoria del olvido, y que encabezan honrosamente el libro, en varias ocasiones me surgieron poemas impregnados del espíritu y deuda que le debo a su poesía, de los cuales al final leeré uno de ellos.


Su escritura, desde que Ángel decidió publicar su primer libro, La ciudad blanca, a los 31 años, descartando dar a conocer los anteriores, fue conscientemente elaborada desde una palabra y expresión despojada y diáfana, adecuada para acoger la vida de otro modo, es decir, a salvo de sus sombras, de su fugacidad, del daño y el sinsentido, de tal modo que, al acceder a la vibración de su lectura se contagiara en nosotros, como en un acto iniciático, esa capacidad de adquirir una visión alentadora y serena de lo contemplado y sentido no de otro modo que el de la paz del corazón. Y desde ahí, ello fuera posible a cada lector en adelante para que así llegase a la vida y a cada uno. Gracias a la literatura -más aún, a la poesía- sucedía este logro. La escritura más inerme contenía sin decirlo una revolución, la del renacimiento, al rendirse ante la verdad, la belleza, el sentir y la elementalidad de las cosas, sin esfuerzo.


Porque ese y no otro era el primer impulso o motor de lo que escribía Ángel tanto cuando reflejaba el espacio geográfico que le rodeaba desde el gozo sereno de su contemplación y esencial reconocimiento -Lisboa, el Guadiana, Jola, los pájaros, el aire...- como cuando acudía a la mención y recuerdo de sus seres más queridos, en poemas que permanecen como un álbum abierto de sus vivencias más sinceras y vulnerables volcadas ante la soledad de la escritura y la noche, en la desprotección de amar ante todas las cosas, en los que nos habla desde la felicidad y la admiración más entregada a sus seres queridos, pero también desde la desposesión y el temblor de sentirse en deuda con ellos algunas veces. Poemas tan bellos como los que brindó a su madre, a su pareja, a sus hijas, pero también a sus amigos y autores leídos (el otro gran amigo encontrado en los libros sin el que un escritor y un lector no sería él mismo y por el que accede a ir más lejos). Y Ángel era un hombre abierto al horizonte, como demostró en su dimensión de admiración y apertura portuguesa.


Leer a Ángel supone, como en lo mejor del carácter de la buena gente de Extremadura acogedora siempre, atreverse a cambiar y deshacer toda esa rigidez de creencias que no nos llevan nunca a ningún sitio salvo a estar divididos. Hoy su nombre nos sigue convocando porque él percibió que la unidad era el fondo que está detrás de todos los detalles y personas, es decir, de la vida. Ángel fue un grande, un sensitivo, posiblemente le queremos porque sigue siendo el espejo mejor para seguir sacando lo mejor de nosotros. Antonio Machado, en su autorretrato escribió: "soy, en el buen sentido de la palabra, bueno". Ese era todo el recorrido que descubrir mientras vivimos. Y por eso la memoria de Ángel nos conmueve y podemos sentir que le queremos. Que es querernos un poquito a nosotros, con la falta que hace y que tanto parece que le cuesta a este mundo.


Artá, 20.noviembre.2024



    TE PERCIBO EN EL AIRE


La brisa configura
al moverse tu nombre.
Las palabras recuerdan,
como el agua, su origen.
Y lo mismo que el agua,
las palabras se impregnan
de aquel que las invoca.
Como somos resuenan.
En ellas todo cabe,
pero eliges tu forma.
Una dulce mirada
las hace diferentes,
una sabia manera 
de acoger lo que dicen.
 
 
Artá, 4.marzo. 2022



* (Agradezco haber sido invitado a participar en este encuentro en recuerdo de Ángel Campos Pámpano como celebran cada año con indesmayable afecto sus amigos y paisanos de San Vicente de Alcántara en el aniversario de su fallecimiento, permitiéndome ser en la distancia uno de ellos. Esto es lo que redacté con urgencia, para compartir lo aprendido de su sostenida memoria. Con el deseo de acudir algún año y vernos.)


viernes, 15 de noviembre de 2024

Levante

El sol naciente
como un río truncado
quema los ojos.

Un mar de escombros
tras las inundaciones
nos desconcierta.

El agua anega
el huerto laborioso,
la vida mínima.

Tan dolorosa,
la queja de la tierra
no encuentra calma.

Sepulta el barro
el juguete de un niño
de golpe roto.

No habrá cometa
que remonte impecable
su luz perdida.

Espero el día
que la maldad no exista
sobre la tierra.


* (Para todas las víctimas halladas y las tal vez por siempre inencontrables, deseando -con todos- abarcar el daño pavoroso y sufrimiento recibido por hombres y mujeres, niños, viejos, casas, campos... de esta región, azotados por esta desoladora lluvia, así como por la incuria de quienes, pudiendo hacer bastante, la ignoraron. Que no vuelva a ocurrir.)
 
  

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Mediterránea remembranza

                                                                    (de Santiago Castelo)

Al abrazarte el mar, sumergido en su orilla,
como tú disfrutabas en Es Trenc tantas veces,
esta isla serena de calas escondidas
y rocosas, poblada de historias susurradas
bajo pinos y olas, brillos de plenitud
y lágrimas de oro, de nostalgias, cigarras
y lunas en jardines de mirto y con aromas
diluidos en canciones de la tierra y lejanas
frente a la tarde inmensa que se aboca a la noche
en el inmenso azul del mar inabarcable,
pasó lo ineludible: todo el silencio hundido,
los secretos sellados de lo que fue pulsión
arcana, impenetrable, como el muro callado
de estas casas en donde sus viejos moradores
se resguardan del frío, del calor y de aquello
que no se dice en alto, te contó en un instante
lo que en siglos sucede y entró en la memoria
de tu piel para siempre, como en un desahogo
sagrado en lo profundo, pues la isla, rendida
como hace con pocos, quiso abrir su misterio
ante ti más recóndito. Porque en ti cabía todo
sin que fuera naufragio. Y en tu atención, de siempre
los colores de un lirio, de un cardo o un racimo,
el temblor de una mano, el rictus de un enfermo,
la penumbra de un claustro o el hilo de un bordado
se quedaban grabados como si fueran tuyos
tendidos como velas o sábanas a salvo
del miedo y la derrota, bajo la lluvia limpios.
Te busco en este suelo emergido que amaste,
que reflejó el verano de tu niñez de pueblo
al sur de una provincia de encinares y surcos;
donde a veces calmaste tu sudor en un pozo
y una higuera con sombra igual a las de Granja;
donde al querer temblaste con la sed de tu cuerpo
por la luz traspasado de un mediodía insomne.
Una isla impensada que aún atrapa al pisarla
a quien sigue acercando sus labios al salitre
y a la nieve que quiere imitarlo en invierno.
Te pienso y me apareces gigante y vulnerable,
con la misma voz fuerte que vibraba al llamarnos
y acogernos solícito como el que cuida a un hijo,
sereno y desvelado por ver crecer su aliento.
Recuerdo tus abrazos y a ciegas me abandono
en aquella ensenada de tu acogida grande
que cesó tras morirte. Quien te acuse de ingrato
no conoció tu inmensa avaricia tan tierna
de cuidar insaciable lo bello y lo minúsculo,
de no olvidar ni un nombre. El tuyo me contiene.
Te llamo, y al oírlo, donde estás nos bendices.


* (Hoy, 11 de septiembre, José Miguel Santiago Castelo hubiera cumplido 76 años. Este poema surgió para recrear su recuerdo a su paso por Mallorca, isla ya presente en algunos poemas finales de su Cuaderno del verano (1985), pero asentada definitivamente en su vida y su obra a partir de cinco largas estancias veraniegas en los años 80 como corresponsal estival del diario ABC, tarea que en lugar de devenir en una labor desubicada e incómoda condujo a que la personalidad rica y gozosa de esta isla se uniera para siempre a su vitalidad afectiva, a tal punto que él muchas veces sintió ante sus campos la sintonía mediterránea de los mismos paisajes amplios de Extremadura, y a la vez, en un sinfín de ocasiones, numerosas familias de la isla de toda condición le abrieron su cordialidad acogedora como a un hijo o a un familiar que llegado de lejos se hace merecedor y depositario de todos los valores, identidades y costumbres de una sociedad minuciosa y tranquila que hizo cesar al tiempo en su calma dorada laborando la tierra. Siurell (1988) es el testimonio poético de esa estancia que convirtió, por su receptividad amorosa, a esta isla en otra más de sus patrias afectivas y estéticas. Siempre he dicho que su lectura fue el pórtico inesperado a mi posterior llegada a esta isla a principio de los 90. Habrá un día -y lo espero- más allá de mi paso sobre el relieve de Mallorca, en que el perfil y la sensibilidad de Santiago Castelo siga secretamente resonando como parte inseparable de esta tierra en los versos que entonados por cualquier mallorquín ni se deshacen ni desaparecencercanos e invisibles como es el alma, y que hoy invoco en su canto sentido y poderoso.)
 
fotografía del archivo personal de Santiago Castelo
 

lunes, 26 de agosto de 2024

Haikus por soleares

Río escondido,
tan adentro su curso
que dio conmigo.

Dejo que el aire
se disuelva en la brisa
de cada tarde.

Crece el olvido
para no vernos tristes
cuando morimos.

Bajo qué cielo
las aves que se alejan
vuelven de nuevo.
  

* (Hay quien respetando el espíritu del haiku lo cultiva con cierta medida libre, como en el caso de las jaiquillas, y no pocas traducciones de estos poemillas japoneses también flexibilizan este canon en favor del contenido lírico, comprensible por la distancia conceptual y lingüística que algunos traductores han dejado constar. Tal vez, que en su métrica clásica 5 / 7 / 5 el haiku se parezca a estrofas cortas de la tradición popular española como la seguidilla haya favorecido también su cultivo en nuestra lengua. Ayuda esta similitud. Y ciertos ejemplos del acercamiento de estilos entre lo popular y el haiku se dieron desde sus comienzos. Además de que dentro de la dinámica general entre la fidelidad a la tradición y al origen de cualquier modalidad poética y su evolución con el tiempo, o en su expansión a nuestra cultura occidental y lenguas, en ocasiones el haiku se ha teñido -como sucede con el flamenco- de variaciones y tonos por simbiosis de otros estilos o la aportación de la sensibilidad e innovaciones de sus cultivadores. Hay haikus urbanos, metafísicos, experimentales, surrealistas... sobre plantas, animales, situaciones cotidianas... El límite, la zona de distorsión y no reconocimiento es cuando se termina adoptando la cáscara para llenarla de cualquier forma ajena o trivial que lo vuelva otra cosa o no reconocible. Como quien quiera mezclar el yoga con el reguetón, o el buen gusto culinario y una pauta nutricional sana con la comida rápida y saturada de azúcares y mayonesa. ¿Puede llevar rima el haiku y sonarnos a cancioncilla meridional o llevar un toque de reflexión desde el eco de la sabiduría popular? Sí que se ha hecho y, sin querer abundar en este modo, tal como me vinieron gusté de anotar estos, enlazados de nuevo en cuatro tiempos. Valgan o no, me entretuvieron, algo aprendí con ellos y aquí tienen su espacio.)
   

Luz de otra vida, Kobayashi Issa, Maestros del Haiku-15, Satori Ediciones, Gijón 2020. Selección, traducción, introducción y notas de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Vitral

En donde nace el mar y cae la luna
tus ojos submarinos se revelan
igual que mariposas que naufragan
y avanzan con sus alas confundidas.

El mar, ante mis ojos empañados,
eleva una canción salobre y sola
donde se anega cada noche el aire
y arroja entre mis venas su ventura.

El mar desconocido, el mar frontera,
el mar que es catedral de soledades,
el mar descalzo y frágil cuando miras,

el mar donde citarte cuando asoma
la luz de ese delfín que al mediodía
acude y merodea en esta cala. 


     luna llena sobre la bahía de Palma, 21.julio.2024
  

viernes, 19 de julio de 2024

La muerte de Narciso

Desterré los espejos.
Su reflejo alejaba
el aroma del mundo,
la inmersión en su tacto,
el roce de su vuelo.
En la profundidad
del cristal frío
sólo salvé el destello
del sueño más despierto.
Rescaté la mirada
de esa noche sin fondo
en que es falso el hechizo
ajeno a lo distinto
y conduje esos ojos
abiertos hacia donde
lo incesante era el rostro
cotidiano del orbe,
su fulgor infinito,
su natural milagro.
El iris, como un lago,
se pobló de otros cielos
y anterior al ocaso
la luz, igual que un árbol,
a la sombra dio frutos.
Recogí sus semillas
y al dejarlas en tierra
creció en ellas la lluvia.
La casa siguió viva
para un futuro nuevo.
Al abrir la cancela,
el día resonaba
al abrazo del musgo.




domingo, 30 de junio de 2024

Trascender

Esperé al hielo
y lo bebí despacio
en sus racimos.

La muerte viene
desnuda en su avaricia
a por nosotros.

Aún no la espero.
Le ordeno que se calle
y al mundo cuide.

Mis ojos laten
incluso en la tristeza
del día más leve.

De él recojo
como un fruto silvestre
su aprendizaje. 


* (En la presentación de La imperfección de la belleza en Valladolid, Pedro Ojeda en su conversación subrayaba la importancia de leer para escribir. Y así es. Sin los poemas y fragmentos narrativos que había en mis libros escolares y que solían llamar mi atención mucho más que las lecciones mismas yo nunca hubiera sentido, tras la atracción de leerlos, la comezón de escribir aquellos endebles e insignificantes intentos. Porque la presencia de esos fragmentos literarios despertaban la aventura de la creatividad y el lenguaje más que la teoría que memorizar sobre cualquier autor, fuera Lope o Blas de Otero.

Ese fue uno de los designios de Ángel Campos al crear las Aulas de Literatura vinculadas a los institutos de bachillerato de Extremadura: llevar a los mejores autores contemporáneos ante los alumnos, a los que no se podía tratar como incapaces. Al revés, a los alumnos se les atrofia el gusto con la pseudoliteratura juvenil tan en boga, la mayoría de las veces de autores fracasados que suelen escribir por encargo y sin cuidado de la expresión o de los contenidos, pobres o insustanciales como las pasajeras modas de lo políticamente correcto. El buen gusto sólo se estimula con los grandes creadores que a esa edad -y a cualquiera- son el mejor modelo de elocuencia y valores, capaces de asentar con solvencia la orientación de los buenos lectores. Del rap y el reguetón no creo que surja un adulto sensible que aprecie luego a Amancio Prada o a Jordi Savall. Su oído -y seguramente algo más- se les ha atrofiado a estos adolescentes con la vulgaridad de estas composiciones al servicio del ruido y el adocenamiento, a cuyo bombardeo masivo han sido sometidosMás que nunca, disentir y sostener la excelencia es una obligación moral y exquisitez conveniente. Allá quien guste de otras cosas. Sin ligereza ni alas, no hay piedra que lanzada al aire se sostenga y por su naturaleza termine cayendo sin necesidad de combatirla. 

Lo cierto es que una parte de los poemas que escribimos surgen de la lectura de otros autores. Leer no sólo es una dedicación creativa sino una vía que estimula la creatividad. Nunca sé cuál será el próximo poema que podré escribir. Tras perfilar los detalles del último, queda el vértigo de si ese silencio va a durar unos días o apoderarse largo tiempo de nosotros. Sólo cuando, por débil e insegura que es, llega la sensación de algo que merodea para tomar forma lo anoto y, en actitud de escucha, le presto la atención y el trabajo que necesita. Con minuciosidad, con generosa paciencia. Porque ese mensaje (o dibujo, o composición) que nos pide paso a cualquiera de nosotros para salir es un acto de exploración o de autoconocimiento que tras el reto de lograrlo tal vez sea también valioso para otros. Este nuevo poema en haikus enlazados parte de un haiku y fotografía de Hilario Barrero [El curso acaba, / para algunos será / el último verano.] gustosamente leído en su blog a la entrada de este prometedor, y sólo por ahora, último verano.) 


lunes, 24 de junio de 2024

Picazas

Libres y esquivas
brincan dos urraquillas
sobre la hierba.

Hasta la infancia
van mis ojos tras ellas 
y no retornan.

La nieve vibra
y de ser flor sería
albor que vuela.

Sin atraparla,
al paso de la vida
la luz perdura.

Igual que el agua
lleva el gesto soñado
de quien refleja.


* (De un reciente viaje a Valladolid con motivo de presentar en la que fue mi antigua ciudad -donde se había editado- La imperfección de la belleza, al pasear de nuevo por sus lugares conocidos, algunos mucho más arbolados y acogedores para recorrerlos, me sorprendió más de una vez la presencia de estas urracas o picazas en distintos jardines, con esa elegancia inasible de su esbelto plumaje brillante a dos colores. No habituales en Mallorca, al cruzarme estas aves en medio de lo urbano, pude ir tras su imagen a ese reino ideal en donde nada pesa y la vida sucede ajena a cualquier sombra o roce. Así la sensación traída de vuelta de los buenos amigos con los que pude estar cerca.)


 

sábado, 15 de junio de 2024

Desvelo

                                                           a Hilario Barrero y Jesús Nariño

Después de lo vivido, qué ha quedado.
Al cabo de los años, aún qué espero.
La tierra era el lugar que amé sin alas
y entraba por mis ojos y mis manos.

Pasó la juventud con sus prodigios,
llegó la madurez sin deterioro.
La noche ardió por retener el fuego
que el sol al alba desplegaba mudo.

Hoy queda en mi memoria el fiel reflejo
del mundo y el color de los sentidos.
Me miro y sé que el tiempo fue sagrado.

Salvé lo que hasta al aire le era anhelo.
Pondría otra vez tu rostro junto al mío
antes de que el silencio borre todo.


* (A final de mayo, desde Brooklyn, salió el número 41 de los Cuadernos de Humo, revista personal que sostiene como ágora de poesía y amistad Hilario Barrero, tendida entre su colorido y plural Nueva York al que llegó hace tantos años y los cielos en torno de su Zocodover y Santo Tomé natal. Al recibir su invitación en febrero para participar con un poema inédito, un viaje en coche por la isla, donde tantas veces al conducir me abstraigo en su luz y su paisaje, dio pie a esta reflexión que me vino como unas palabras que oyera de su boca, pero que en el fondo hablan también del poeta mismo o podría hacer suyas cualquier lector posible. Este Cuaderno de Humo sale en mayo pese a la fecha impresa de julio, en la que ya en 2021 celebró el 50 aniversario de otro 7 de julio con la entrega de Siete poemas del deterioro, unos poemas de factura bellísima con la desnudez implacable y la conciencia del contraluz duro del tiempo, dueño de tantas "grietas invisibles", al que se quisiera rogar "un final menos agrio", cuando "ahora somos dos sombras" en "el curso de la noche", tan poderosa siempre que fue alto refugio para amarse. Ninguno de quienes queremos a estos dos amigos que suelen añorar el viejo mundo y nos comparten los colores vitales de la orilla del nuevo en el que viven, nos sentimos al margen de ese abanico de sentido y temblores que leemos en cualquier poema de esta travesía personal del tiempo y el deseo, testimonio de la fragilidad anhelante y sin embargo valiente que nos toca.)
  





                                                                         
fotografías de Hilario Barrero

domingo, 9 de junio de 2024

Celaje

                              a Pedro Ojeda Escudero

Bajo el sol matinal
de unos cielos volubles
hoy con nubes dispersas
veo caer -brevísimo el instante-
unas gotas de lluvia
que salpican
-ligera acuosidad
que la brisa nos deja-
y traslucen el mar
al fundirse en la piel
por ser salobres.


* (Hay poemas que dejamos en reposo un tiempo por afinar unas palabras y a la espera de calibrar su consistencia. Este es parte de los apuntes rápidos que no buscan una mayor reflexión. Este año, tras un invierno seco y demasiado templado, las lluvias han caído desde abril hasta mayo, y cada día que llegaban miraba en mi pluviómetro la marca de su pequeño caudal y su repercusión inmediata en el verdor de las hierbas del campo. Unas pocas gotas caídas paseando bajo un cielo ralo de nubes abrió estas sensaciones del agua al respirar su humedad en lo pasajero del momento. Suficiente para que en el aire y la piel quedara abierta esa dimensión sensorial por la que entramos a lo intemporal al sentir lo imprevisto.)
  

  

martes, 28 de mayo de 2024

La inmensidad de las pequeñas cosas

No había leído hasta ahora nada de la poesía de Diego Fernández Magdaleno. Lo conocí por un inesperado detalle suyo hace años cuando subió a internet un vídeo leyendo un poema mío, La frontera del agua, que tal vez simbolice más de lo pretendido, porque hay palabras con vida que por siempre se buscan. Tras recibir Ausencias en camino, tomé unas notas con la satisfacción de su lectura para trazarme el mapa de un libro que me atrajo por su lenguaje y del que no disponía de ninguna referencia de su composición y motivo. Sigo pensando que es un libro que transmite tanto o más con lo que no nos dice porque sabe llegar a quien lo entiende desde una actitud de vaciamiento y escucha. Escribí esto:

El libro es una miniatura. Como una pieza de cámara para escucharla a solas o una serie de estampas cercanas a la elementalidad del haiku, con la ligereza de lo breve y el ritmo de lo impar casi nunca mayor que el heptasílabo. 

Un libro íntimo, con el recogimiento de lo que se rememora con deuda y devoción hacia quienes se nos han diluido en la vida. Parece hablar de despedidas en las que se concita la muerte y el amor. O se dirige hacia los más cercanos con quienes se comparten las más seguras sensaciones del encuentro cotidiano, y por eso gozoso. En esa dimensión inmaterial del sentir en la que se estilizan las vivencias, o lo que queda de ellas, se evoca con la ligereza del trasluz o de una veladura, pues su entidad va unida ya al vacío, con el tono confidencial donde basta salvar unos destellos "y así caen las palabras / al abrir vuestras manos." 

Se asiste a una memoria. Por eso, "vuelve la muerte / a ser un manantial, /cómo son las cenizas / aliento que no cesa." Quien aspira a la vida convierte en vida las huellas que hace propias de aquellos que recuerda. 

Un intermedio, que recibe el nombre de Reflejos, elige cinco personajes de la literatura atravesados por la alta sensibilidad en sus manifestaciones: Leopardi, Emily Dickinson, Virginia Woolf, Sylvia Plath y Francisco Pino.

Y en su cierre, Última luz, el mínimo lenguaje nos conduce, como en el despojamiento religioso, a esos lugares interiores donde la hondura de lo que se intuye se da en la desnudez de lo inefable. Ausencias en camino entona con unos pocos signos esenciales la dulzura y a la vez el dolor por todo lo incompleto que nuestro ser al encarnar aspira e interiormente de por vida busca. 

Se nos habla de "Quien olvida la sed / pero recuerda el agua". Ser capaz de alcanzar esta virtud o al menos disponerse en la actitud que hacia ella conduce, supone reconocer la cercanía de la fuente que mana allá a donde miras y, en esa totalidad abarcadora de la vida, nada de lo perdido en el presente cesa, pues es vivido en él como presencia. Hacia el final "en esa fuente / que da más sed" -la de la vida limitada- se nos desvela, desde la indefensión de la inocencia, la figura a quien invoca: "papá, / cuando despierto."

¿La luz del mundo puede caber en unas pocas pinceladas? Como en todo poeta que lo concibe y que se arriesga, la voz de Diego Fernández Magdaleno lo procura al compartirnos estos interiores sobre unas mínimas referencias concretas. Esa esencialidad hacia lo desnudo de su expresión pretende no interferir en lo que desde el silencio aflora, y desde ahí recobra su impalpable figura. De modo que la ausencia ahonda su dimensión tras las palabras mínimas que nos conducen -tras un cauce, un camino y una casa- de nuevo a un silencio que agranda su sentido al terminar los poemas. 

Ausencias en camino
Diego Fernández Magdaleno
Editorial Páramo, mayo de 2024
  
fotografía de la presentación de Ausencias en camino en la Librería Oletvm de Valladolid.


domingo, 12 de mayo de 2024

Sombra viva

                                   Aquella voluntad honesta y pura
                                             (Garcilaso, égloga tercera)

 
A quien la soledad sin más deshoja
el brillo y el color de la mejilla
mientras que se desliza por su mano
la tez de una invisible y honda ausencia,

cómo poderle mitigar el duelo
o sostenerle el corazón que inclina
si nadie puede consolar el frío
del tiempo amado que al cincel ya es fuga. 

Las lágrimas descienden cada noche
al aroma de un patio en el que vaga
la imagen de dos almas y un silencio
capaz de resonar bajo la tierra. 

Te vi llegar al pie de la alegría
que, aunque no estés, se refugió en mi boca.
El sauce oscila ausente su verdura
y en él disuelve el aire la desdicha.


* (Recuerdo cuando en segundo de carrera comencé a leer a Garcilaso, el asombro que me causó su sensibilidad hendida de un idealismo amoroso y melancólico -en este ámbito, la separación y el dolor ha inspirado más veces poemas muy intensos que los debidos al disfrute y el gozo- y la musicalidad de sus versos. Ese clasicismo fue capaz de levantar un canon hoy todavía atrayente cimentado sobre la selección del lenguaje poético y el lirismo al servicio de convertir el impulso vivido o anhelado en una plasmación de lo armónico donde lo musical y la naturaleza se conjugaban para ennoblecer ese empeño. Lo amoroso -como en las edades del hombre- es un espacio presente y casi ineludible en el comienzo de todo movimiento creativo, y así las jarchas son un claro testimonio elemental de ese origen. Estamos al principio de nuestro Renacimiento, y allí un poeta joven de aprendizaje petrarquista expone la suavidad de su ansiado paraíso con la virtud de las letras que consagran lo que la realidad y las armas no le dieron.

En aquel momento universitario, estas y otras lecturas más actuales me impulsaron a escribir unos pocos poemas recogidos bajo el rótulo de El asedio del agua en los que me acerqué a esta sensibilidad en la que quise conjugar lo poético con lo narrativo sin renunciar al lirismo y el placer de lo estético. El adentrarme en un borrador nuevo como este me ha devuelto a aquel tiempo. 

Se nos olvida a veces que el lenguaje genera realidad y que el poema es una creación donde la realidad nombrada no existe más que en el cuerpo y espacio propio de esa secuencia expresiva, sin derivar de otra referencia donde pudo apoyarse al tomar forma, aunque tal vez en la universalidad que ese lienzo despliega pudiera estar captando un reflejo invisible de una vivencia acaecida a otros. Porque la palabra anticipa o se amolda a una tácita e intuida vivencia que el sentir comunica. Y el creador antes que nada escucha. Con el tiempo, poemas como este que salvamos del pozo de otros borradores interrumpidos o imperfectos quizás sigan diciendo algo o también se descarten como un noble ejercicio fallido de una tarde valiosa.)
 
 
     fotografía de Carmen Fernández-Daza, del patio de su casa familiar en Almendralejo