Aquella voluntad honesta y pura
(Garcilaso, égloga tercera)
A quien la soledad sin más deshoja
el brillo y el color de la mejilla
mientras que se desliza por su mano
la tez de una invisible y honda ausencia,
cómo poderle mitigar el duelo
o sostenerle el corazón que inclina
si nadie puede consolar el frío
que esculpe el tiempo amado que ya es fuga.
Las lágrimas descienden cada noche
al aroma de un patio en el que vaga
la imagen de dos almas y un silencio
capaz de resonar bajo la tierra.
Te vi llegar al pie de la alegría
que aunque no estés se refugió en mi boca.
El sauce oscila siempre su verdura
y el día renuncia ante él a la desdicha.
* (Recuerdo cuando en segundo de carrera comencé a leer a Garcilaso, el asombro que me causó su sensibilidad hendida de un idealismo amoroso y melancólico -en este ámbito, la separación y el dolor ha inspirado más veces poemas muy intensos que los debidos al disfrute y el gozo- y la musicalidad de sus versos. Ese clasicismo fue capaz de levantar un canon hoy todavía atrayente cimentado sobre la selección del lenguaje poético y el lirismo al servicio de convertir el impulso vivido o anhelado en una plasmación de lo armónico donde lo musical y la naturaleza se conjugaban para ennoblecer ese empeño. Lo amoroso -como en las edades del hombre- es un espacio presente y casi ineludible en el comienzo de todo movimiento creativo, y así las jarchas son un claro testimonio elemental de ese origen. Estamos al principio de nuestro Renacimiento, y allí un poeta joven de aprendizaje petrarquista expone la suavidad de su ansiado paraíso con la virtud de las letras que consagran lo que la realidad y las armas no le dieron.
En aquel momento universitario, estas y otras lecturas más actuales me impulsaron a escribir unos pocos poemas recogidos bajo el rótulo de El asedio del agua en los que me acerqué a esta sensibilidad en la que quise conjugar lo poético con lo narrativo sin renunciar al lirismo y el placer de lo estético. El adentrarme en un borrador nuevo como este me ha devuelto a aquel tiempo.
Se nos olvida a veces que el lenguaje genera realidad y que el poema es una creación donde la realidad nombrada no existe más que en el cuerpo y espacio propio de esa secuencia expresiva, sin derivar de otra referencia donde pudo apoyarse al tomar forma, aunque tal vez en la universalidad que ese lienzo despliega pudiera estar captando un reflejo invisible de una vivencia acaecida a otros. Porque la palabra anticipa o se amolda a una tácita e intuida vivencia que el sentir comunica. Y el creador antes que nada escucha. Con el tiempo, poemas como este que salvamos del pozo de otros borradores interrumpidos o imperfectos quizás sigan diciendo algo o también se descarten como un noble ejercicio fallido de una tarde valiosa.)
2 comentarios:
Hermoso poema.
Pero creo que el último verso quedaría mejor así:
«y ante él renuncia el día a la desdicha.»
Es mi parecer, claro. Y perdón por el atrevimiento.
Un saludo.
Ningún atrevimiento, José Manuel. En la naturaleza del lector atento surgen en ocasiones estos replanteamientos de una palabra, una expresión, un orden, un detalle de más o menor eufonía o ritmo. Son los mismos que el autor puede observar en la fase de borradores de un poema, o incluso al releerlo al cabo de unos años. Sin ellos, no sería posible el afinamiento del poema, o el contraste de si una versión u otra es más acertada o sugerente.
Tú ordenación es lícita y la he sopesado con la mía. La hubiera aceptado de convencerme, pero te expreso la razón por la cual prefiero el final de esos dos versos así, como los has leído. Y es el ritmo que genera el paralelismo sintáctico. Si lo observas, las dos proposiciones coordinadas responden a la siguiente presentación: sujeto + verbo + complemento circunstancial + complemento directo. Y eso genera a la vez una estructura y ritmo en la composición.
No fue algo pretendido -como tantos detalles que se dan en la escritura- pero al analizarlo me ha permitido resaltarlo para responder y valorar a tu atenta opinión.
Siempre he valorado recibirlas, y no pocas veces, me han servido, por difícil que fuera el reto, para encontrar una solución más arriesgada o convincente.
Un saludo cordial y muchas gracias.
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