viernes, 24 de enero de 2020

Final de un día

Cualquier objeto que ahora tocas,
el cubierto que limpias de esta cena, 
la esquina desconchada junto a casa, 
tu vestimenta misma, cuando no estés
va a perdurar incluso a oscuras.
Y este espacio esparcirá ecos de tu presencia 
mientras alguien conserve tu memoria.
Después, ¿qué habrá de ti? Posiblemente
lo que en tu esfuerzo fue semilla
dio a quien tuviste cerca una benévola sombra.
Pero ni una sola de tus vanas creencias, quejas,
pesadumbres o rabias habrán servido
para nada, ni siquiera para elevar
en algo el menor de tus días. 
Bien lo sabes, y te desnudas cada noche
de lo que quita el sueño y hasta el cuerpo lastima.
Duerme ahora y descansado acoge con el alba
otra libre mirada, nada ajena
ni al calor de tu piel ni a la respiración que te rodea,
mas sí capaz de otear en el envés del aire
el lenguaje del vuelo, la presencia escondida,
o la mera llamada del rumor de las hojas y las olas
a la luz natural que llega a tierra.


* (Los poemas nos visitan cuando quieren, en un paseo, en casa, en medio del trabajo, incluso conduciendo, o al ir a dormir, sin pedir permiso, y cada uno puede tener una voz independiente, o seguir un propósito que exploramos, pero tú los conoces cuando vienen y te limitas a escucharlos hasta el final, aunque su primera apariencia o borrador chirríe. Anotados, su trama o alma ya está ahí, y puedes poco después empezar a minuciosamente revisarlos en cada relectura, con el oído, el sentido, el tacto. Siempre desde la intuición y el mayor respeto al lector, a la vivencia, al texto.)
  

domingo, 5 de enero de 2020

Jornada

                                  a Carlos García Mera
 
He alcanzado la paz
ya avanzado el camino.
Sin que importara ahora para nada
permanecer o irme.
Más bien, es otra la señal:
sentir por fin la llave que nos abre
el sólido sentido de la tierra,
la falta de importancia de la anterior 
dureza frecuente de los días,
desprendida como la hoja reseca
para latir de nuevo de otra forma,
cotidiana, distinta, aún más frágil,
que basta con tocarla con los dedos
tan sólo alguna vez
por el miedo a romperla todavía
en la frescura matinal que vibra.
 
 
* (Salí de viaje el primer día del año dejándome en casa los pocos libros de poesía que seleccioné para acabar con gusto su lectura, pero al poco tiempo por email me llegaron las pruebas de imprenta del nuevo libro de Carlos García Mera, a quien en estas fechas había quedado en visitar en la Residencia de Estudiantes, donde este curso dispone de una de sus becas de creación e investigación. E imbuido en la lectura de sus poemas, me vinieron los primeros dos versos que dieron pie al resto del poema. Nunca tiro un borrador por desalentador que parezca salvo que no quede más remedio, ni tampoco interrumpo un poema por voz, tono o temática inesperada que presente. Lo escucho hasta el final para dejar que exprese su mensaje y su forma y, si se sostiene, me entrego al paciente trabajo de revisión y correcciones hasta lograrlo lo mejor que sé.
 
Sigo la trayectoria creativa de mi amigo Carlos García Mera desde que en agosto de 2012 nos cruzamos por primera vez en Don Benito en una lectura de sus versos de entonces, compartida con amigos como Santiago Castelo y Juan Ricardo Montaña, en una noche calurosa de agosto en el patio del Museo Etnográfico. Esta dedicatoria se adelanta a la noche de Reyes y a su cercano cumpleaños, y le agradezco toda su confianza -y exquisita nobleza- en lo que siempre me ha anticipado de su obra, felizmente creciente, y paso a paso depurada y maestra.)