1.
Como una calle
que no tiene salida,
este silencio. (Susana Benet)
Nadie
lo siente.
Ni un
mirador de olvido
al
horizonte. (Carlos Medrano)
* * * * *
2.
El viento agita
el reflejo de un árbol
dentro del agua. (Susana Benet)
Cruzan los peces
como hojas marchitas
el río en otoño. (Carlos Medrano)
* * * * *
3.
No está desnuda.
Sobre la piedra crecen
flores silvestres. (Susana Benet)
La umbría conduce
dentro de sus raíces
a un río radiante. (Carlos Medrano)
* * * * *
4.
Secos ribazos
y el fulgor repentino
de unas adelfas. (Susana Benet)
Hay días sin alma
que la vida incesante
sin más protege. (Carlos Medrano)
* * * * *
5.
Ya te has dormido,
mas tu mano despierta
aún me acaricia. (Susana Benet)
Te veo a diario,
no importa con qué forma
en todas partes. (Carlos Medrano)
Violeta, acuarela de Susana Benet
* (Debo a Hilario Barrero el conocimiento y aprecio por los poemas y la sensibilidad de Susana Benet. Buen amigo de ella -e Hilario desde Brooklyn ha hecho del corazón un ventanal cosmopolita conectado a un sinfín de siluetas y lugares de la orilla que añora-, tuvo el detalle, desde la ocasión en que me ofreció el espacio de sus Cuadernos de humo para publicar unos haikus, de situarlos al lado de un dibujo de Susana Benet y hablarme de su predilección por la escritura, las acuarelas y la humanidad de esta entrañable autora a la que debemos en nuestra lírica algunos de los trazos más habitables y naturales de esta modalidad oriental en castellano. Así, en las palabras precisas de Álvaro Valverde, Susana Benet es "la más japonesa de nuestras poetas". Desde un enfoque distinto al de la escritura poética, mi amigo Pep Suñer comentaba el último viernes en que hemos coincidido algo que contenía una lección zen: "la conciencia del caminante le ha de hacer sentir que él también es en ese momento el camino, y el camino y él mismo forman parte del todo". Tal vez esa es la única magia y dimensión que se abre y sucede en la manifestación del haiku. El centro tan buscado estaba, a la vez, en quien ve y en la contemplación de las cosas. Y desde ahí habla sólo el sentir en la mención primordial ajena a las interferencias, donde la revelación toma forma de la experiencia cotidiana. Por tanto, el camino del haiku es una actitud anterior a la escritura traducido a una voz a la espera de las palabras que no cesan.
La lectura reciente de algunos de los haikus de Susana Benet recogidos en su blog Noches blancas motivó sin esperarlo la escritura de uno mío. Es el que aquí abre esta serie de cinco. Y poco después, de entre los que iba recogiendo como selección propia, fue cerrándose este diálogo espontáneo con los otros al hilo de su idea y sugerencia. Este impulso imprevisto no deja de ser un acto de sintonía y reconocimiento hacia ese mundo íntimo, delicado, femenino de Susana Benet, que quien la lee o conversa con ella recibe con la suavidad de los días levantinos y el color de unos ojos acostumbrados a captar con la agilidad de los gatos lo inesperado de los días.)