Rescatar la memoria,
la tranquila memoria de las cosas.
Y vivir desde ella
a salvo de la infamia
o las manos lavadas
de indiferencia pulcra.
Dar el salto
a ese reino
donde nadie se esconde
una piedra a la espalda
que lanzar cuando pesa
por inercia o abulia
-¿contra quién?, ¿y qué importa?-
como aquel al que enoja
un castillo de arena
de un niño en una playa,
o como quien no supo
jugar a edad primera
y proyecta su herida
en alguien que sí juega.
La memoria tranquila
o ese espacio que era
la vida de otra forma,
la del don de nombrar
con bondad las palabras.
la tranquila memoria de las cosas.
Y vivir desde ella
a salvo de la infamia
o las manos lavadas
de indiferencia pulcra.
Dar el salto
a ese reino
donde nadie se esconde
una piedra a la espalda
que lanzar cuando pesa
por inercia o abulia
-¿contra quién?, ¿y qué importa?-
como aquel al que enoja
un castillo de arena
de un niño en una playa,
o como quien no supo
jugar a edad primera
y proyecta su herida
en alguien que sí juega.
La memoria tranquila
o ese espacio que era
la vida de otra forma,
la del don de nombrar
con bondad las palabras.