Ángel González
El caso es aceptar
lo que somos, el límite,
el cielo abierto bajo el cual estamos,
el sol, las estaciones,
la propia imagen, lo perdido
que nunca va a pasar
y que es memoria
y también fuerza.
La brisa suave,
el rostro inesperado,
la paz, el bienestar
también acuden.
Pero, de paso,
igual que lo valoro cada día,
me despido a la vez
-pues todo fluye mientras lo cuidamos-
del ser que justifica mi presencia
cuyo nombre de amor
pronuncio hija,
y aventa mi promesa
porque ante todo es libre y, sí, me asombra.
Pero no sólo.
Tú que me lees -y con quien hablo-,
con quien puedo cruzarme,
eres parte también de mi lección
y referencia,
razón por la que el mundo no está solo
y su rumor es una lengua necesaria
en cuya escucha me refugio.
Así, más bien,
dejo atento que hable, la recibo,
Así, más bien,
dejo atento que hable, la recibo,
y ante su vibración
soy parte suya.
Cierra este libro, como yo mis ojos,
y ante ese ventanal sabré qué miras.
y ante ese ventanal sabré qué miras.