a Barbara Loyer
Respirar,
y en el pecho
una mano
certera como nube
accede a la burbuja
donde el blanco de un ala
desencalla las sombras.
En tu voz una escala
será la cicatriz
de lo que vuela.
De tu entraña indefensa
el aire recupera
la humedad vegetal
y el iris de los días.
* (La minuciosidad del colibrí sabe libar el pulso más allá de la extrema profundidad de los quirófanos.)
domingo, 23 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
Matriz
Tú dices
"yo no sé nada,
y pido, y pido..."
Ese es el balbucir,
el origen del mundo
limpio, inquieto.
El aire
lleno,
calmo,
apetecido.
El no saber, o sí.
El aleteo.
Frágil
volar
seguro.
Ha nevado.
Comienzo.
"yo no sé nada,
y pido, y pido..."
Ese es el balbucir,
el origen del mundo
limpio, inquieto.
El aire
lleno,
calmo,
apetecido.
El no saber, o sí.
El aleteo.
Frágil
volar
seguro.
Ha nevado.
Comienzo.
domingo, 9 de junio de 2013
Recorrido
Una gota de sangre
en mi pulgar
no duele.
Ha brotado para salir al Sol
y afuera,
quiso reconciliarse.
Líquida,
en su color,
aún late.
De ti vuelve.
Tout est consenti
Je m'abandonne
Au silence à la nudité
Minérale du chant
Forêts et champs
Rivières laissez-moi passer…
Le cœur tremblant
Je cherche la beauté
Vêtue de la nuit
Qui vous a renversés
D'un cri
(Anne Perrier)
en mi pulgar
no duele.
Ha brotado para salir al Sol
y afuera,
quiso reconciliarse.
Líquida,
en su color,
aún late.
De ti vuelve.
Tout est consenti
Je m'abandonne
Au silence à la nudité
Minérale du chant
Forêts et champs
Rivières laissez-moi passer…
Le cœur tremblant
Je cherche la beauté
Vêtue de la nuit
Qui vous a renversés
D'un cri
(Anne Perrier)
* (No sé si lo he dicho ya o tan sólo pensado que en unas líneas conseguidas de un autor está todo su adn personal y literario por el que podemos acceder a cualquiera de sus claves, e incluso, en una mirada más comprensiva y sin prejuicios formados, es decir, desde la rendición del que se abre a lo leído, acceder a su posible evolución y reacciones sin que nos extrañe comprobarlo después sobre otros textos suyos. Lo importante del alcohol no es apurar toda la botella sino el contagio y sabor del primer sorbo, o de las copas capaces de abrir el punto exacto de la percepción diferente y entusiasta de la comunicación y el momento. Es así como creo que se ha de abordar el porqué y el modo de acercarse a lo literario. Algo nada cuantitativo -salvo para quien así lo desee o necesite- sino más bien selecto y exquisito como todos los placeres del mundo o nuestra relación con los sentidos: la inmersión poco a poco en lo que más queremos, el disfrute de los pequeños y demorados gestos, la preferencia por la intimidad o el paladeo. También, tras ciertas especiales lecturas, no sabemos si después escribimos desde la dimensión que el contagio de ese otro sentir y pronunciar en nosotros ha hecho, o somos el posible vehículo por el que esa expresión pueda seguir llegando. En ese sentido se diluyen las fronteras de la individualidad y la diferencia. En este poema reconozco la huella de Anne Perrier a la que de nuevo menciono. De quien la volcó al castellano, Rafael-José Díaz, conservo unas palabras que entienden ese encuentro más allá de las mismas y las barreras del espacio y el tiempo: "este tipo de relaciones íntimas entre un corazón y otro es lo que genera la poesía. Los traductores nos sentimos tanto más honrados por haber servido de puente entre un alma y otra.")
domingo, 2 de junio de 2013
La mirada del ángel
Para tocar un ángel
traspasa su misterio.
Tiene forma de carne,
no es necesario el cielo,
pero sí cuando llega
su luz se reconoce.
Lo que entonces sucede
ocurre donde vives
sin que nada moleste.
Tiene forma de calles,
camisas, voces, árboles,
o patios en silencio
con geometría de flores.
Tú sabes de ese instante
que no baja de nubes,
ni te aparta del tacto
con que tocas el mundo.
Sólo nace de dentro.
Y al extender la mano
que revela el encuentro
no importa nada entonces:
el pesar se diluye,
y el tiempo y su costumbre.
Sientes la transparencia
desde un nuevo sentido
que te lleva a lo cierto
más allá del ocaso
de todo lo caduco.
Porque tú eres el que abres
la mirada del ángel,
la nostalgia imparable
de un ser inmarcesible.
traspasa su misterio.
Tiene forma de carne,
no es necesario el cielo,
pero sí cuando llega
su luz se reconoce.
Lo que entonces sucede
ocurre donde vives
sin que nada moleste.
Tiene forma de calles,
camisas, voces, árboles,
o patios en silencio
con geometría de flores.
Tú sabes de ese instante
que no baja de nubes,
ni te aparta del tacto
con que tocas el mundo.
Sólo nace de dentro.
Y al extender la mano
que revela el encuentro
no importa nada entonces:
el pesar se diluye,
y el tiempo y su costumbre.
Sientes la transparencia
desde un nuevo sentido
que te lleva a lo cierto
más allá del ocaso
de todo lo caduco.
Porque tú eres el que abres
la mirada del ángel,
la nostalgia imparable
de un ser inmarcesible.
* (Este poema fue escrito el día que cumplí los 50, nada más levantarme, mientras desayunaba, y me siguió viniendo al conducir y al llegar al trabajo. Álvaro Valverde me había contado días antes una historia. Recibió el encargo de alguien desconocido de escribir un poema sobre este tema para un blog llamado Ángeles y Reiki. Ante la insistencia y amabilidad de quien lo llevaba, recreó un recuerdo de esa figura protectora en la infancia y su añoranza de amparo. Aquel 19 de abril me vinieron, de pie, con el café en la mano, rápidamente seis versos. Los anoté a lápiz. El poema quería salir. Lo sentía hermoso, lo presentía fácil. No tenía tiempo y la casa se llenaba de ruidos, con la vitalidad del desayuno y las carteras escolares. Aplacé su escritura tres horas, lo suficiente para que se perdiera. Retomé el borrador, y salió intacto. Estaba ahí. Pese a todos los obstáculos que las tareas interpuestas del día habían puesto a su escritura. Porque esperar tres horas a unas palabras que vienen, en poesía es perderlas. Apareció en aquel blog con una ilustración hermosa de Federico Gallego Ripoll. Lo compartí con amigos. Les dije "una manera de cumplir los 50 años". Uno de ellos, Ricardo Senabre, me contestó "una manera no, la mejor manera". Lo vuelvo a compartir. Puse en él parte del sentimiento sagrado de la vida. Siempre he creído que los ángeles son de carne y hueso para quien sabe abrir esa mirada. Para los cinéfilos, como yo era antes de desaparecer casi del mapa, recuerdo algunas escenas de El cielo sobre Berlín (Bruno Ganz, Win Wenders), ambiciosa y tal vez no lograda película. No hace falta esperarlos, están siempre, aunque como en aquellas imágenes nos retumbe el destierro de los que aman con apariencia estéril. Esa barrera de lo terrenal en lo que pudo ser celeste es la que todavía seguimos resolviendo, hacia adentro, a cambio de nada, con persistencia indesmayable, algunos pocos, hasta que un día suceda sin esfuerzo: a nosotros mismos, a otros.)
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