Aire por aire
Es el lienzo.
Incide en él la luz
atravesando
el vibrar en lo bello.
Del miedo, su temblor;
del trasluz, lo irisado.
De cerca,
en el aliento,
la certeza del aire,
el balbuceo.
El velo libre, el vuelo
sostenido
del centro del jardín
en el regazo.
La huella de la tarde.
El trazo del pintor
mientras concibe
la mano como un fruto en el espejo,
el rapto de unos ojos singulares
antes de que los cubra
un día la penumbra
y sobre el tiempo abrirlos.
Estás ahí y aquí. Por eso hablamos.
La tarde hacia el verano
suave corre. Te envuelve
en su rumor y la conoces.
* (Reordenando y revisando las notas que se acumulan en mi móvil, donde no pocas veces escribo, apareció este texto no fechado de 2017, posiblemente anterior al verano, y que me sorprendió por su factura, a falta de unos fáciles retoques. Con el asombro de lo por completo olvidado, pues ni de su escritura ni de las circunstancias que lo motivaron conservo algún recuerdo ni lo recobro tras leerlo. Por tanto, otro poema más de los escritos el año pasado, un año para nada desdeñable sin haberlo esperado. El poema, cuando aparece, y más si se consigue, es el mayor regalo de la escritura. Qué importa, entre poema y poema, el tiempo de silencio que transcurra. El silencio es siempre noble. El logro del poema ha de serlo.)