Pureza del reposo,
el alma anhela irse.
Al descender el sueño,
ahonda hasta su médula.
Batalla de la fiebre,
trinchera de la carne,
el cuerpo abierto duele,
quisieras aliviarlo.
La luz del día tiembla
ante el claror del aire.
Deseas, como un pájaro,
sentir el curso fácil.
El mínimo momento
del brinco hacia las nubes.
El sol cruza dorando
las semillas insomnes.
Su llama se recoge
en el cuenco del iris.
Renacer es el signo
de morir a diario.
Incluso tras la niebla,
el mar, sin verse, late.
Una mano en su forma
temporal me contiene.
Escribe cada noche
el comienzo de un nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario