lunes, 26 de septiembre de 2011

Aguardando la luna

                             a Fernando Aramburu, perseguidor de lunas

Al cabo de los años,
en los días sin fuerzas
y ante un fondo de abrojos
no esperado, plomizo,
que se abre de repente,
me contempla la luna.
Desdibujada incluso
se introduce en el día
más allá de la noche
sobre cualquier espacio.
Como si no importase
bajo su luz idéntica
a los ojos por siglos
lo que sucede al cuerpo
pero que no lo vence.
Porque el peso deriva
de esta enorme distancia,
de una memoria rota
en la mortal materia.
Trece veces al año
ella vuelve a dejarnos
el impulso que mueve
su paso y plenilunio,
la marea permanente
con la que nos agita,
la aspiración que abarca
su sombra y su linterna.
  

martes, 20 de septiembre de 2011

Nueve notas

1. Cuando los lugares nos reconcilian con lo mejor de nosotros, sólo entonces alcanzamos en ellos lo que no estaba antes, sea un reflejo del mundo o nuestro.

2. Lo importante no es lo que escribimos sino a donde tras una vida de escritura llegamos. Lo primero pudiera ser un logro compartido; lo segundo es lo que, si al escritor le han revelado algo sus palabras, o queda en ellas un poco de verdad, le sucede hacia adentro. Para nada es la fama ni el protagonismo.

3. Si la poesía no es más que un arte ornamental o un entretenimiento, algo muy importante de su sentido original se ha olvidado, aquel que conducía a descubrir y a hablar desde la esencia de las cosas, un modo, además, alejado o incompatible con la retórica.

4. En el terreno literario, la consistencia de un autor no reside tanto en el acarreo de erudición y técnica -ineludibles y aconsejables, pero en el fondo, común también al bagaje de muchos que no escriben- como en saber orientar la capacidad de escribir al sentido más creativo e incesante de las intuiciones.

5. La palabra poética es una moneda desigual. A veces predomina en ella el juego de las voces sobre el papel, otras enlaza con las claves de una experiencia y reflexión de una manera singular de vivir en el mundo y recibirlo, o responder, o verlo. Pero esa ligereza y densidad es necesario que se den y que se alternen.

6. El valor de la palabra en la literatura, como también en la vida, depende del fondo o el lugar al que las conectemos. Por eso una misma palabra en distintos autores produce sensaciones diferentes.

7. Y, a la vez, en la palabra de cada autor reside un adn que recoge quién es y que se sostiene sobre todo lo que escribió y a él responde. Hasta su forma de andar y de dirigirse al mundo pudiera reconstruirse a partir del tacto y vibración que dejó y que emite lo que escribe. Pero ese adn a quien revela más que al autor es a los genuinos lectores sin los que el libro no mostraría esa parte sutil que también dice. Como el zahorí, ellos sienten, ellos conocen.

8. Así como en una página o expresión queda reflejado su autor, y plenamente ellas nos devuelven su imagen, en las sucesivas palabras por él escritas está el pasaje, a la manera de un álbum de fotografías, de alguien tan parecido como paulatinamente distinto. Pues a través de sus páginas, siendo el mismo, es otro. Nadie existe ni escribe ajeno a la experiencia cambiante y decisiva del tiempo.

9. Al escribir, también se indaga o se reconstruye la belleza -se retorna a una fuente-, y se activa un disfrute -donde poder volver- menos perecedero, más constante.

pd: en ocasiones, el sueño del lector es un consuelo similar a la recreación del poema en la voz del amigo que de este modo permanece: "esa sabia costumbre de los ríos / de morir en el agua o en el aire". La literatura era sólo una parte de la valía de estos hombres. El escritor era más grande que su obra. Y en ambos, autor y obra, hallábamos bondad. Lo hermoso, lo que tuvo valor fue conocerlos, pero dada su ausencia sus palabras escritas nos recobran, al volver a leerlas,
 un deseo sosegado, su cercana verdad.
   

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Estanque

Un barco de papel donde navegue
por siempre Laura.
A la altura del mar ese volante
rueda, humedécese.
Obleas y carruseles era el parque
a donde regresaba como el agua.
Yo te llamaba en sombra
desde el puente de hiedra de los árboles.
Buscaba algo en el aire. ¡Oh, si me miras,
un regaliz resbala hasta los peces,
una paloma descendía a mi alma!
Eterna niña y fuente,
pon el pie en esa orilla.
¿Ves? Zapatito de algas.
¡Mira! El dolor no existe.
  
  
                                         Valladolid, Campo Grande
  

viernes, 9 de septiembre de 2011

Rompimiento

En tu boca la vida da la mano a la muerte.
Porque hay días con palabras
que apenas nos sostienen. Si hablas,
una llaga que teme dejar
su aliento sobre lo que contempla
te invita a retenerla. Si toca el mundo,
mancha, aunque lo ame. No es advertir lo roto
y declararlo. Ahora, todo lo es un dolor yermo,
incluso tú, o el tú, y no hay voz,
aunque el eco resuene, capaz de huir
u ofrecer otro fruto, un juego de la luz
en el que refugiarse.
 

lunes, 5 de septiembre de 2011

Al comienzo

Cuando un texto pide paso hay que dejarlo salir con su forma y sus palabras. Yo soy el primer asombrado a la hora de reconocer su identidad y ritmo. El poeta, que conduce, ha de respetar ese intento de manifestación de algo nuevo. Interferir es lo contrario a la creación que nace, si es que queremos que a través de nosotros se expresen nuestras claves y tome nombre lo que hasta ese momento era desconocido o nebuloso.
  

jueves, 1 de septiembre de 2011

El fin de la avaricia

Asombrado desgranas
la belleza minúscula.
   
Bajo tantas semillas
la luz se descompone.
   
Donde se abren las puertas,
el silencio precede.
   
Así la piel vacía
disuelve, olvida, entra.
   
Una clave no escrita
que estaba en ti respiras.
   
La densidad del cuerpo
atraviesa la nada.
 
 
* (Hoy hace un año que nació este blog, isla de lápices. Su nombre ya lo tenía desde el mes de enero anterior, pero el momento de la aventura iba siendo aplazado hasta que esa noche del 31 de agosto previa al comienzo de mis tareas de clase me propuse iniciarlo con las tres primeras entradas que ya tenía en mente para su arranque. Fue un salto por completo al vacío, de la mano del atrevimiento y del vértigo a algo desconocido. He de reconocer que la travesía fue sin embargo favorable y sin miedos. Cada ocasión fue reclamando su presente. Escribí lo que sin la atención exigida del blog nunca hubiera surgido. Y rescaté una muy pequeña parte de lo alguna vez publicado, y algo más de lo escrito y guardado en veinte años de predominante silencio. Ahí quedan 80 entradas, y el pulso de un año con reflexiones e imágenes de lo que ante mí tuve. Hubiera deseado que el mundo fuera más amplio. Sobre todo cuando se vive en una isla hace años con la ambición positiva de querer ir más lejos. Que en el fondo es adentro. Pero cualquiera puede procurar captar, como los escritores viajeros de los haikus japoneses clásicos, el instante, las sensaciones y a ser posible la sabiduría de la vida que discurre cerca. O ir a por ella. Nada de lo que he mostrado aquí lo hubiera podido hacer sin esa imagen del mundo y la compañía de sus elementos. Aún desde el riesgo de lo que desconozco y no ha sucedido, sólo por el esfuerzo de este año tengo la sensación de que algo es más fácil, para así sostenerlo. Ha sido un inesperado paso del viaje. Y como siempre, vuelvo a no saber si tendré de nuevo palabras a mano con las que referir algo. Sí que expreso una gratitud sincera a los lectores y amigos que han mantenido este tiempo su interés y diálogo, desde los más invisibles a los cálidamente cercanos.)