Cuando un texto pide paso hay que dejarlo salir con su forma y sus palabras. Yo soy el primer asombrado a la hora de reconocer su identidad y ritmo. El poeta, que conduce, ha de respetar ese intento de manifestación de algo nuevo. Interferir es lo contrario a la creación que nace, si es que queremos que a través de nosotros se expresen nuestras claves y tome nombre lo que hasta ese momento era desconocido o nebuloso.
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