Sin embargo
de nuevo
estaba sola.
Vislumbré
la derrota
para huir
de mí misma.
Mi carencia,
la sed;
un esplendor,
la nada.
Ya no soy.
Cuanto escribas
tendrá siempre
del aire
la belleza.
* (Supongo que el regalo más especial del narrador es llegar a sentir, al desvelársele sobre el papel, el interior de los personajes de su historia. Al revisar a mediados de septiembre una serie de poemas de los últimos años, al llegar a No lo leas ahora volvió a impactarme la figura e historia de la joven pintora y escultora Marga Gil Roësset, amiga de Juan Ramón y Zenobia. Guardaba una copia del poema con una serie de palabras marcadas en cursiva que leídas independientemente permitían otra voz más delgada en paralelo, por debajo. Al juntarlas, las dejo así -escribir es un juego- para honrar lo que todavía apela a la emoción y nos incita al entendimento y la escucha.)