Besarte, como a un templo.
Entrar en ti, descalzo.
Sentir sin sed el rastro
del ave que desciende,
el aire en el abismo,
el alma al deslizarse.
El cuerpo como un fruto
bajo la luz despierto.
El tacto cae a un río.
El día es su corriente.
domingo, 30 de abril de 2017
martes, 25 de abril de 2017
El anhelo del alma
De una esquina secreta
puede brotar callada
lo que eclipsa a la luna.
La rosa que sostienes
ha bebido en tu orilla.
Cada noche despliega
la sed de las miradas,
el aroma que late
al vaivén de figuras.
No se sabe si, al verla,
una gota de savia
comete la nostalgia
de querer ser tan tibia
como una joven pálida,
pues su anhelo de alma
rebosa en las espinas.
Del licor derramado
de ese tallo que truncas
como un llanto de viola
o un cristal que gritara,
el sueño de Venecia
viene a ahogarse a tu casa,
agita las cortinas,
se ha inclinado en la hiedra.
puede brotar callada
lo que eclipsa a la luna.
La rosa que sostienes
ha bebido en tu orilla.
Cada noche despliega
la sed de las miradas,
el aroma que late
al vaivén de figuras.
No se sabe si, al verla,
una gota de savia
comete la nostalgia
de querer ser tan tibia
como una joven pálida,
pues su anhelo de alma
rebosa en las espinas.
Del licor derramado
de ese tallo que truncas
como un llanto de viola
o un cristal que gritara,
el sueño de Venecia
viene a ahogarse a tu casa,
agita las cortinas,
se ha inclinado en la hiedra.
* (Hay poemas nacidos del regalo de una fotografía, por lo demás, espléndida.)
miércoles, 19 de abril de 2017
Tras la noche
La ceniza del aire,
si llega al mar,
lo agita.
Su daño hondo,
sin paz,
de nuevo
ahora
espuma rota,
azul, serena
y verde.
Así tiembla
en la piel
el día blanco,
limpio,
extenso,
hacia lo abierto,
en lo real,
en lo difícil.
Ese jirón que eres,
espejo y filo frágil
de amor libre.
Miro el sol
en las manos.
Nada urge.
si llega al mar,
lo agita.
Su daño hondo,
sin paz,
de nuevo
ahora
espuma rota,
azul, serena
y verde.
Así tiembla
en la piel
el día blanco,
limpio,
extenso,
hacia lo abierto,
en lo real,
en lo difícil.
Ese jirón que eres,
espejo y filo frágil
de amor libre.
Miro el sol
en las manos.
Nada urge.
domingo, 16 de abril de 2017
Como el rayar del alba
Que no te manche el mundo.
Escribe.
Escribe.
Con palabras que alumbren.
Y su mancha ilumine.
* (Vuelvo a cumplir años en estas fechas. Este poema -si lo es-, y mucho más su propósito, llegue y me lleve hasta donde tenga que llevar. El día a día, el futuro, como la inminencia de un salto, es un abismo donde el deseo sería de realización, de más paz. Desde ese clarear el día cervantino, alzo lo dicho como un brindis en el nombre y recuerdo de Luis Arroyo Masa -Mozart- y de todos los que conmigo han llegado hasta aquí. Porque es así y no cuesta. Hoy es domingo de Resurrección y pasan estas cosas: "Mozart, el petirrojo se ha parado, y en su silencio te contempla".)
fotografías de Pascal Vaugon
fotografías de Pascal Vaugon
sábado, 8 de abril de 2017
Desde el fuego
Si arde el cielo,
retén del horizonte
el cristal de la noche
que abre la voz del aire,
la llama infranqueable
en torno a lo inocente.
Donde el musgo persiste,
en los ojos del bosque,
la danza de los peces
y el pulso de las fuentes
responden al destello
de la vida al dormirse.
retén del horizonte
el cristal de la noche
que abre la voz del aire,
la llama infranqueable
en torno a lo inocente.
Donde el musgo persiste,
en los ojos del bosque,
la danza de los peces
y el pulso de las fuentes
responden al destello
de la vida al dormirse.
sábado, 1 de abril de 2017
Carta abierta
homenaje a Anne Perrier
Frente a tus ojos,
la moneda de oro
que se disuelve en nada,
el valor de una imagen
avivada en su calma.
En lo que tú me des
sin que yo te lo pida
-el sencillo presente
de unas manos abiertas-
trazaré la hora y senda
por donde se recoja
la tarde demorada
como una certidumbre,
por donde se recoja
la tarde demorada
como una certidumbre,
la voz de esa vivencia
en las formas que alumbra.
Sin falta de más cosas.
Una silla, la calle,
el frescor de ese caño
cercano que te alivia.
Como una ofrenda pobre
o una verdad sin lucha,
la dicha era posible
ante ti, sin palabras,
como el que corta el pan
con la mano y te mira
y su parte te entrega.
Sin falta de más cosas.
Una silla, la calle,
el frescor de ese caño
cercano que te alivia.
Como una ofrenda pobre
o una verdad sin lucha,
la dicha era posible
ante ti, sin palabras,
como el que corta el pan
con la mano y te mira
y su parte te entrega.
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