puede brotar callada
lo que eclipsa a la luna.
La rosa que sostienes
ha bebido en tu orilla.
Cada noche despliega
la sed de las miradas,
el aroma que late
al vaivén de figuras.
No se sabe si, al verla,
una gota de savia
comete la nostalgia
de querer ser tan tibia
como una joven pálida,
pues su anhelo de alma
rebosa en las espinas.
Del licor derramado
de ese tallo que truncas
como un llanto de viola
o un cristal que gritara,
el sueño de Venecia
viene a ahogarse a tu casa,
agita las cortinas,
se ha inclinado en la hiedra.
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