sábado, 29 de junio de 2019

Es Carregador

Es brumosa la tarde junto a un mar agitado que resuena, y al fondo, el destello reiterado de un faro salpica la cinta desvaída de niebla levantada en la calma de esta tarde estival que de lenta, no corre. 

En medio de las rocas y la humedad transparente hay una soledad vegetal, presidida sin aves, que es la naturaleza. Ves raíces sinuosas y abiertas que bajan a la orilla desde un acantilado hasta una cala, y te rodea un pinar de quietud escultórica circundando la costa. El borde de salitre de las flores y las aristas del descenso hasta el agua entre unas matas, pitas y tamarindos florecidos en malva son la exclusiva presencia de la vida que no vierte negrura en estas aguas templadas todavía esmeraldas.

Y una roca basáltica, en medio de las olas y a un paso de la costa, exhibe desde siglos en su piel las señales de una rara belleza ajena a cualquier canon superior de un artista. Guarda en su forma todo, el azar y el sentido. Estaba ahí desde antes y seguirá sobre el agua más allá de nosotros. Su emergente silueta no se inmuta, custodia un vibrar diferente, un saber sólo abierto a quien pueda moverla y conozca en lo frágil el don de lo infinito, una roca que tal vez se rindiera si pudiera trocarse en puro aliento.

Aquí ahora, este sitio es un espacio abstraído en la bruma y el silencio sonoro del mar, a salvo de los ritmos que no van a nosotros. Y al borde de la costa, y anterior a la noche, es el reino de las plantas silvestres mecidas por el aire que las moja sin lluvia. 
 

domingo, 23 de junio de 2019

Sauma

Hay lecciones valiosas aprendidas
de lo concreto y lo sencillo
capaces de conducir de su mano hasta otras
que estaban esperándonos.
Como la tarde en que mi suegro comentó emocionado
con su mirada limpia y melancólica
ante el predio que cuidó desde niño
y que visitaba con gusto:
"La tierra es generosa, todo lo que le das
lo devuelve con creces".
Así de fácil fue sentir la inasible abundancia
sostenida en la luz de la que fui testigo
al recoger la certeza de esta semilla dorada.
Es lo que queda, al igual que el recuerdo apacible
propio de su mirar y su figura
envuelto entre la brisa extendida de pájaros 
a modo de una fuente donde el alma al final 
se sabe inalterable
después de la zozobra y la inclemencia del tiempo
en lo que haya vivido.
No declina la tarde
y lo que es,
permanece.
Sentado,
encendiendo el pitillo,
ese aliento de humo
mirando el horizonte
hacía eterno el momento
en que acogía a todos.
 

martes, 18 de junio de 2019

Despedida

                                                    a Antonio Cabrera, in memoriam
 
No se desprende de la serenidad la vida
cuando enmudece y en su final fulgura
con la palpitación de las hojas de un bosque.
Hubo quien convivió a destiempo con su hora descalza 
en la perplejidad truncada sin hacerlo derrota
con la misma manera de estar como fue siempre
ante la placidez del rumor de las tardes
o el sigilo que asiste al vaivén de las voces.
Aquella tenue luz del primer día en los labios 
al pronunciar la estancia vegetal del entorno
prosigue hoy sostenida 
en los rastros de helechos 
y el bullicio cruzado de las aves 
que circundan las ramas
al pasear entre el chasquido de la broza.
Es la tierra más bien la que ha quedado
huérfana de esta fuente donde se reflejaba
para siempre en palabras 
desde el silencio sorprendido de vivirla,
pues cuanto era relieve al recorrerla
grabó su vibración en la escritura.
Atenta la inquietud a lo que canta,
al trino y al aroma de la hierba y la roca,
decir adiós no es el final de nada.
El cuerpo llega a reconocerse bajo el manto
donde palpita lo que al cielo apunta
y traspasa así el ciclo de los días en la tierra.
En la fronda, un tronco umbrío al lado 
donde se esconde el musgo 
custodia el latido secreto 
que espera a quien lo busca.
A pesar de tu falta,
ese azar impensado ni de lejos destroza
el sencillo propósito de iluminar el mundo
al que se interna contemplándolo
y al irlo recorriéndolo lo nombra.
Para siempre en los libros,
hasta en la luz dormida, 
una llave de liquen nos conduce al espacio
no invadido del pétalo y la estación primera.
 

sábado, 1 de junio de 2019

La presencia

Normalmente, dentro del verso de un autor cabe toda su obra: singular adn. Otras veces, tras el gesto de un cuerpo o de una cara se vislumbra el sentido o el rastro de una vida, incluidas las horas de más luz y más sombra. Entre medias, esperamos los días, el momento en que se abre de pronto, sin costar, su lectura. No otra cosa es la llama o el iris que respirar de otra forma, más adentro y más lejos de todo lo que vemos y nos toca. Y eso a veces resulta tan ligero o es tan próximo como en otros momentos concebimos tan sólo su certeza, la mera confianza en que suceda. Te regalas el verlo: la memoria, el sabor, el espejo; igual que ante un camino el relieve, la brisa.