Hay lecciones valiosas aprendidas
de lo concreto y lo sencillo
capaces de conducir de su mano hasta otras
que estaban esperándonos.
Como la tarde en que mi suegro comentó emocionado
con su mirada limpia y melancólica
ante el predio que cuidó desde niño
y que visitaba con gusto:
"La tierra es generosa, todo lo que le das
lo devuelve con creces".
Así de fácil fue sentir la inasible abundancia
sostenida en la luz de la que fui testigo
al recoger la certeza de esta semilla dorada.
Es lo que queda, al igual que el recuerdo apacible
propio de su mirar y su figura
envuelto entre la brisa extendida de pájaros
a modo de una fuente donde el alma al final
se sabe inalterable
después de la zozobra y la inclemencia del tiempo
en lo que haya vivido.
No declina la tarde
y lo que es,
permanece.
Sentado,
encendiendo el pitillo,
ese aliento de humo
mirando el horizonte
hacía eterno el momento
en que acogía a todos.
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