-si admites la derrota-
se alzó pronto el poder
de un tacto mudo,
la negación
a una truncada ofrenda.
Creí sin red donde
se helaron cauces,
volví de un sol
que me otorgó cenizas.
Tu imagen me acercó
la belleza del mundo,
relámpago en el cual
el vacío fue el fruto
y el canto la extensión
para un dolor sin cuerpo.
Tantos años después
y fiel a mi espejismo,
renuncio a la ambición
de captar el murmullo,
de sostener la luz
donde brota el castigo.
* (Con la conciencia de no dejar abandonado el blog más de la cuenta, y a pesar de tareas y fastidios que nos impiden la clara captación en la escritura de las cosas y el ocio necesario para estas tareas, hoy de viaje hacia Valladolid buscaba entre los cuadernos que me traje un texto de 1983 que me apetecía sacar con alusiones a aquel año que transcurrió en Cáceres. ¡Ay!, quedó en casa. La entrada la ensoñé en mi imaginación mientras cruzaba en autobús la sierra de Madrid algo nevada, por cierto. Pero releyendo unos poemas de amor de esos años 80 nunca impresos, me dió por reescribir un final o enlazar una continuación de ellos, allí donde esa reflexión me pareció hoy posible. Este ha sido el efecto que, en cualquiera de sus lecturas, comparto y ofrezco.)