martes, 24 de noviembre de 2020

Añoranza de Ángel

Queda en el aire la voz que dio
a los nombres consistencia de luz,
y al relieve de la sed y el paisaje
sonoridad inmarcesible.
Cauce suave hacia el hogar y el horizonte
teñido de otras voces
devueltas por el mar a quien las oye
inmerso en su rumor desde el afán de entrever
en las limpias señales de los días y las noches
la cercanía del instante.
Esa forma de ser sostenida 
en los mínimos trazos esenciales de un papel 
cuya escritura revelaba una imagen
tan clara e impecable
donde habitar era posible
y aún permanece.

Y así era en el aire
la pureza del vuelo que no obstruye,
el perfil apacible y acogedor de quien
en certidumbre persevera
y escucha tras la niebla
la materialidad profunda de las formas
que nos identifican,
atento a lo concreto como el aroma
seguro del café al levantarse
o el paño tibio de la gabardina cerrada
como pertrecho invernal
hacia el insomnio lector de cada noche
que ahora cada noviembre 
nos sobrecoge cuando asoma.

Y estás de nuevo ahí como si urgiese
atesorar de cada instante, 
igual que entonces,
la clave para llegar, la persistencia 
en el desvelamiento de las cosas
en donde lo querido era posible
próximo a lo esencial para crearse,
porque así era el color, el pájaro, el jaramago,
los tejados con líquenes, la casa familiar,
la soledad profunda y pensativa, los viajes,
los amigos, cada respiración 
de los que duermen, la lectura, un diálogo...
y levemente inagotable, ese desvelo
nos sostenía para siempre 
de sencillo tan fácil. 
Y sin embargo irrepetible.
 
 
* (Ángel Campos Pámpano, 10.mayo.1957 - 25.noviembre.2008. Se cumplen doce años de su fallecimiento. Al recordarlo hablamos de lo mejor de nosotros. Nos conduce hacia adentro. Algo importante de su obra y de él mismo continúa acompañándonos sin perder lo más mínimo. Salvo vernos, la vida sigue cerca. Gracias siempre.) 
 
     imagen tomada del vídeo preparado por Libre Producciones para "El lince con botas" en 2002.
 

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Resplandor

Ondean penachos
amarillos de juncos
altivos, libres.
 
Lanzan al aire
claridades rebeldes
a un fuego ocre.
 
Arde el otoño
en colores dorados
como un crepúsculo.
 
Mi sangre queda
por bosques y frutales
tiñendo el aire.
 
La higuera es verde
y hay racimos de brasas
entre las vides.
 
Vegetal lumbre
preludia en los senderos
su vuelta a tierra.
  
 

martes, 13 de octubre de 2020

Despertar

Hay islas sobre el agua
y en el cielo hay islas
inmensas que son agua. 
Son nubes que sostienen
la mañana en azules,
la quietud más desnuda
de la primera hora.
Una leve palmera
se interpone y las toca.
Aún no vuelan las aves.
La luz crece en las ramas
y el día en su tibieza.
Sin que el sol predomine 
ahondan la nostalgia.
Hoy ni el viento las roza.
Vinieron desde dónde,
siendo inermes perduran.
De querer olvidarme,
me fundiría en ellas.
En su altura preludian
el trasluz de una vida.
 

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Septiembre

Día de lluvia:
picotean los sembrados
las garzas blancas.
 
Salpica el aire
buganvillas que trepan,
lirios que nombran.
 
La tarde cede
su azafrán y lavanda
ante tu imagen.
 
¡Quién resbalase
cerca de tu mejilla
como una lágrima!
 
 

* (Ayer tarde, mientras conducía en un día de lluvia intensa, por un momento vi en un terreno arado una partitura de garzas blancas picoteando entre los surcos la tierra. Sin quererlo, tuve que anotarlo. Poco después en Palma recibí un regalo de enorme belleza -poesía y dibujos suyos- de un hombre retirado, exquisito, sensible a lo que importa, Federico Gallego Ripoll, y a la vez generoso. "Por las sábanas frías se escapan los caballos..." es un verso hermosísimo que incita a leer su reciente libro Las travesías (ed. Renaciminto). Belleza por belleza, quisiera corresponder con este poema cuyo borrador anoté afortunadamente a tiempo.)
  

martes, 1 de septiembre de 2020

A un ser enamorado

Cada cosa en su sitio
encuentra su emoción,
halla su forma.
Dirige hacia tu centro
ese sentir perdido e infinito
por lo que no se borra y ya se ha ido:
imagen de un edén
aún vislumbrado
que en ti has reconocido a pesar de la tierra.
¿Cómo es la noche
que hace ininteligibles los lamentos?
¿Y a la orilla de qué
la espera olvida?
La soledad,
como un violín que hiriera la carne en su pureza.
Te acompaña por fin la luz más honda:
el roce de la imagen que perdura,
el hielo donde el tiempo ya no avanza.
Sucede en ti el aroma. El cielo calla.
La noche late y muere, impar y fría.
Porque nadie comprende lo que ve desde fuera.
 
 

* (Este poema, escrito en mi último año de estancia en Jaraíz, y hoy rescatado de su cuaderno por primera vez tras una relectura, sirve para recordar que tal día como hoy hace 10 años empezó la aventura de este blog, sin la certeza de la continuidad, pero con el afán de su cuidado. Y sin embargo ha sido una de las tareas más fieles y, para quien esto escribe, no pocas veces gratificante y sorprendente.) 
 

sábado, 8 de agosto de 2020

Mallorca, al norte

El mar vigilan
centenarios olivos
sobre la sierra.
 
El tiempo ahonda
sus rocosas cortezas
aún verdeantes.
 
En los bancales
ennoblecen el valle, 
los cielos calman.
 
Viejos guardianes
del azahar que florece
en torno a Sóller.
 
El sol conoce
quién labró este paisaje
como un orfebre.
 



 

martes, 4 de agosto de 2020

Reflejo

Esa avecilla
en su vuelo que inicia
lleva tu iris.
 
La tarde llena
de arrayanes y nubes
cada mirada.
 
Siempre florece
la plaza de tu infancia
cuando la nombras.
 
Vendría la nieve
despacito a decirte:
si quieres, cuídame.
 
 
* (Hace unos días, de las bondades que más aprecio de FB, supe del cumpleaños de una amiga toledana que conocí en 2017 al asistir a la presentación del libro Educación nocturna de Hilario Barrero, tras un encuentro gratísimo en grupo después de una jornada matinal en la Feria del libro de Madrid de aquel año. Quise regalarle un haiku, pero acostumbrado a enlazarlos, no supe hacerlo suelto... Como viví y trabajé en Toledo en 1991, todo ese mundo y el de Hilario, cada vez que lo citan me resuena como algo propio. Podría visitar esta ciudad de nuevo sin perderme. Y he de hacerlo. Molt d'anys, Sagrario.)
  

martes, 7 de julio de 2020

Hiedra

Cuando me llames,
acude a mi ventana
como la lluvia.
 
Con sus latidos,
una raya de sol
rasga el invierno.
 
Y añiles cielos
llegan con pies descalzos
desde el otoño.
 
Ante mi puerta,
la certeza del agua 
y de la sombra:
  
el verde aroma, 
la música elevada 
y una silueta.
 
 
* (Revisando materiales antiguos y no muy conseguidos rehice este poema que ahora saco acompañado de esta imagen de una casa de Fornalutx en un viaje reciente.)
 

 

sábado, 27 de junio de 2020

Más allá de los nombres

                                                  que la tierra es un bien irremplazable
                                                                                      Juan Gil Albert
  
Si hubiera de morir,
yo te he elegido para despedirme.
Incluso aunque no estés, que en mí estás siempre.
Porque un día llegará en que nos iremos
y al expirar el cuerpo será sólo
una prolongación sin fuerza ni cansancio
que diga adiós a esto. Pero antes,
veré otra vez tus ojos, oiré en paz
el contorno de tu voz y de un gesto
vital y vulnerable y tan cercano...
Podré decir que supe estar despierto,
y atreverme a cruzar la frontera del miedo,
la intemperie, la falta u otro daño,
de modo que este instante
parecido a dormir pero tan cierto y claro
tendrá también su luz, los sonidos tranquilos
y el pulso cotidiano de lo vivo,
como si no pasara nada en lo incesante
ni en el tiempo siguiente hubiese un hueco.
Me basta que hubo un día que enfoqué lo vivido
para sentir mi entorno cada vez más amado.
Si hubiera de morir,
hoy tu recuerdo elijo, tu dignidad
reconfortante, tu sereno desvelo,
semejante al diario cuidado que te tengo.
 

martes, 23 de junio de 2020

Propósito

Deja el sueño encendido
antes de recoger tu casa.
Siempre hay color, hasta de noche,
y el interior del pozo da un reflejo
en su profundidad que hechiza a un niño
igual que el día no desaparece
tras acallar su incendio.
Donde hay recogimiento no hay olvido
y somos en reposo lo que somos.
Un lirio nota en torno a sí los ojos
cautivados de verlo, pero es lirio
incluso en el sigilo de la brisa
donde no llega nadie a contemplarlo.
Es más,
un alga fluye en su recodo húmedo
sin que nadie la encuentre. Y sólo así
confía normalmente
lo frágil de la vida su despliegue
en su tarea de ser sin más consciencia
que estar ahí en su lugar preciso
y perdurable
que da relieve y protección a lo que existe
y es manifestación y apartamiento.
No hace falta más senda
para vivir en este mundo
que desaparecer para encontrarlo,
que esquivar los reclamos
y escuchar en silencio los latidos
sigilosos del pecho o el agua de una fuente,
las señales sin dueño, como el canto escondido
o el reflejo irisado de la luz vegetal que cae de un bosque.
No aspiro ya a otra cumbre que respirar despacio
o pensarte las veces que recobro tu imagen
y conversas conmigo
mientras busco la umbría salobre del verano
estos días de junio.
  
     fotografía de María Hoyos, El bosque encantado, 2020.
 

martes, 9 de junio de 2020

Cercana lejanía

                                    ¿Habrá algo más hermoso que quedarse sin huellas?
                                                                                                 Francisco Pino
  
  
Una nueva manera de nombrar sin palabras, 
una bandada de aire bajo un ala suspensa, 
una libre mirada como el agua más honda, 
el perfil de una cara sin las marcas del tiempo, 
un planeta o la lluvia que al mencionarlos fueran.
  
Miro hacia atrás. Pido perdón por tantas cosas 
todavía no disueltas. O sólo algunas,  
ya más liviana la carga de nacer
sin más guía o sentido 
que avanzar desanclando la intemperie embebida  
en la piel, en los huesos, en la misma mirada.  
Sin más armas desnudas que la espera,  
o la voz aquietada de las cosas que vibran.  
 
Me apoyo en la ternura de una sombra  
que procura el descanso de unas ramas.  
Hablo sin la destreza de reflejar apenas 
el brote de una nueva primavera.  
El tiempo pasa y quien camina ahora 
y atesora el vacío de sus manos abiertas 
capaces de acoger la confianza, 
por un instante tiembla en mitad de estos días, 
reacio a abandonar sus señales más próximas 
en mitad del sentido al ir sumando años. 

Limpias tus ojos con la hierba o la brisa,
esperas de la tarde su celaje que arda. 
Y en la imagen de un joven asomado a un remanso
te basta lo que calla el rumor de este lienzo,
mezclado en el continuo balbuceo de una noria.
 
 

sábado, 23 de mayo de 2020

Haiku, haikú

A cielo abierto
el grillo de la noche
trae su frescura.
 
Orilla intacta,
la del mar que alejado
tu piel recuerda.
 
¡Cuánta esperanza!
De cerca te respiro
y más me importas.
 
Mayo tras mayo
se reafirma la tierra
feraz, invicta. 
  
 
* (En este mes de mayo cuyo final se encamina hacia el calor invencible del verano y los días de desescalada van abriéndonos hacia afuera de nuevo, este poema que menciona las sensaciones de los espacios naturales de antes -ese cielo, ese mar, ese contacto- celebra el paulatino retorno a lo material de la luz y las formas de la tierra, con el deleite y la confianza intacta, y la conciencia de libertad acrecida y valorada más si cabe en este tiempo. Que todo ello lo integremos sin perderlo ya nunca.)
 
 

domingo, 10 de mayo de 2020

Al fondo, Medellín

Igual que bajo el puente de este río
el agua pasa mansa en su costumbre
de suavizar la vega y darnos aire
con el testigo de esas ralas hierbas
entre las comisuras del granito,
miro el fluir del cielo en la corriente
desnudo y sumergido, así de inmenso,
y todo el gozo de quien fuera niño
ajeno a tanto olvido y tanta historia
bañándose en las aguas del verano
de un Guadiana con limo entre los juncos
se me hace conmoción por un recuerdo:
el día en que comimos, Santiago,
en un mesón de Medellín cercano.
Y unas fotos contigo sonriendo
con el castillo al fondo antes de irnos
con Lucía, con Carlos, con Marina
demuestran el cariño que hubo siempre
aunque en verdad nos viéramos tan poco.
Esa estampa extendida del paisaje
del río en su relieve de silencio
junto a la orilla por la que crecimos,
me interna en lo vivido ya lejano
que vuelve como el día en esa imagen
del curso que nos mece lentamente
o la hondura del cauce donde vernos.
  
  
* (El próximo día 29 de mayo será el quinto aniversario de la muerte de Santiago Castelo. En esto, en las ausencias, el tiempo pasa rápido, nos desborda de grande, porque su suma es mayor que la imperceptible distancia de los seres queridos ya idos con nosotros. Esta imagen de un vídeo de Medellín por fortuna enviado por Juan Ricardo Montaña me trajo el recuerdo de uno de los últimos felices encuentros en Extremadura con Santiago Castelo, en el verano de 2012, en una grata comida con Lucía Mera, Carlos García Mera, mi hija Marina y quien esto escribe y da fe del rico salmorejo que probó.)
  
   

domingo, 12 de abril de 2020

Lenta espera

La vida de otro modo:
inadvertido marzo
detrás de las ventanas.
En el aire lo mismo
un horizonte limpio
que un invisible filo.
¿Quién ha paralizado
la mano, el juego, el beso,
las calles y sus pasos,
ante el viento los rostros?
Todo encerrado en casa
en torno a una respuesta
al igual que una vela
parpadeando el trazo
de la palabra intacta
que tantea un escriba.
Memoria de una rosa:
la luz de cada día 
al entrar en la alcoba 
no está exenta de aromas.
En esta lenta espera
una sombra encendida
resguarda la mañana.
Nos sabrá de otro modo 
bajar de nuevo al mundo.
Todo será valioso,
incluido el recuerdo.
En tu cuarto esta tarde
hasta el suelo resbala
planeando una hoja
e imaginas el vuelo
que enlaza cada nube
sobre las azoteas.
El reloj ahora marca
un tiempo sigiloso.
Atiendes cada huella
allá donde conduzca.
 
 

domingo, 23 de febrero de 2020

Fuente

Un ave canta
tan adentro en la noche
que incendia el aire.
 
El bosque tiembla
al pie de una semilla
por que germine.
 
A ras del alba,
de un álamo las hojas
aves se vuelven.
 
Era un presagio
ese trino impaciente
leyendo el orbe.
 
 
* (Una noche de este verano pasado, de lectura y escritura hasta bien tarde, con la ventana del cuarto por el calor abierta, a eso de las tres de la mañana un ave de canto extraño y potente entonó unos chillidos inusuales que resonaron en el silencio de la noche durante más de media hora. Tan llamativos que había que atenderlos e intentar entender su mensaje. Si iban dirigidos a otra ave, no fueron contestados; si era un ave de paso, grande por la potencia de su voz, que paró a descansar o a beber de un estanque, la sensación al escucharlos fue el asombro. ¿Aquel derroche transmitía un estado interior, una contemplación del sitio o -como debería ser la mejor escritura- entonó porque sí un mensaje soberbio no sometido a nadie, valioso por sí mismo, sólo entendible a iguales? Procedían de un jardín abandonado cercano, que es una isla verde del tamaño de una manzana a un paso de mi casa, cuyos árboles y plantas altamente tapiados son un bosque exótico y descuidado hace años, de una mansión vacía a la que, tras la desaparición hace décadas de sus foráneos habitantes y su mundo, la piqueta va a comenzar a derrumbarlo. El otro día entré furtivamente a este espacio y tomé algunas fotos. Es posible que este refugio arbolado de tantos pájaros inquietos desde el alba hasta el final de la tarde se convierta en una zona de chalets adosados con todas las modernidades insípidas que reclama el turismo, hasta que Mallorca no sea diferente a cualquier barrio clónico de cualquier suburbio. Por ahora, todavía el cielo de este solar nos devuelve altas copas, y en este texto la vibración de aquel desgarro especial ha aflorado a la espera de poder escucharlo de nuevo cuando él quiera. Hoy pienso que igual que un surtidor o un ave fénix, aquel canto en sí mismo dio todo anticipando este ocaso.)
  
  

sábado, 15 de febrero de 2020

Cielos álgidos

                              A Hilario Barrero y sus escalofríos de febrero
 
¿Quién puso el velo
hasta volver calima
nuestro verano?
 
Esa tristeza,
tan adentro, tan tuya,
de despedida.
 
Queda en los ojos
la templanza de un beso,
mudo chillido.
 
El trino frío
y el corazón despierto
y abandonado.
  
  
* (La escritura suele ser una fuente fundamental de la propia escritura y el don de la palabra genera y nos conduce a una realidad tan profunda o más como la que vivimos. Sin embargo, no toda palabra vibra, o vibra igual, ni nos lleva a esa fuente o lugar que reconcilia, salvo cuando lleva verdad, o está escrita inmersa y por encima de circunstancias y experiencias, favorables o no, que siempre llegan. La transcendencia humana es, ante todo, esa actitud y conciencia para ir más allá. Hilario Barrero guarda una relación diaria con la palabra; nada más rayar el alba, o desde la región del desvelo, su primer acto conduce a la escritura, ya sea fijar la imagen del hallazgo y colores de las calles de Brooklyn tras el último paseo, o el territorio inmaterial e imborrable de los fundacionales recuerdos. Y hay palabras que nos llevan a todos los sitios y en las que visitamos todos los universos diarios. No otra cosa nos va a sostener y explicar mientras vivamos, pues la palabra no está hecha sino de nuestro mismo aliento, y el aliento, de la misma región de lo que somos y queremos. En la afilada e hiriente melancolía de alguna entrada reciente de H. B., el dolor ante la realidad de los últimos años de la vida se hizo más agudo de lo esperado, y como siempre, la lectura fue un riesgo para un lector nunca a salvo en su fidelidad al asomarse. Yo recogí ese filo con la indefensa claridad matinal del rocío, sólo en los ojos alcanzable, y ya disuelto con tocarlo.)
 

miércoles, 5 de febrero de 2020

Nubosidad terrena

Entro en la niebla.
La mañana me envuelve
en su luz húmeda.
 
Salir de ella
es volver a las formas
ahora más limpias.
 
Desde la niebla
el aliento se interna
en la distancia.
 
Allí, en su calma,
se desvela la vida
difuminada.
 
Ser en la niebla,
extensa ligereza
de la materia.
 
Es luz tan blanca
similar a un almendro
ante la luna.
  
  

viernes, 24 de enero de 2020

Final de un día

Cualquier objeto que ahora tocas,
el cubierto que limpias de esta cena, 
la esquina desconchada junto a casa, 
tu vestimenta misma, cuando no estés
va a perdurar incluso a oscuras.
Y este espacio esparcirá ecos de tu presencia 
mientras alguien conserve tu memoria.
Después, ¿qué habrá de ti? Posiblemente
lo que en tu esfuerzo fue semilla
dio a quien tuviste cerca una benévola sombra.
Pero ni una sola de tus vanas creencias, quejas,
pesadumbres o rabias habrán servido
para nada, ni siquiera para elevar
en algo el menor de tus días. 
Bien lo sabes, y te desnudas cada noche
de lo que quita el sueño y hasta el cuerpo lastima.
Duerme ahora y descansado acoge con el alba
otra libre mirada, nada ajena
ni al calor de tu piel ni a la respiración que te rodea,
mas sí capaz de otear en el envés del aire
el lenguaje del vuelo, la presencia escondida,
o la mera llamada del rumor de las hojas y las olas
a la luz natural que llega a tierra.


* (Los poemas nos visitan cuando quieren, en un paseo, en casa, en medio del trabajo, incluso conduciendo, o al ir a dormir, sin pedir permiso, y cada uno puede tener una voz independiente, o seguir un propósito que exploramos, pero tú los conoces cuando vienen y te limitas a escucharlos hasta el final, aunque su primera apariencia o borrador chirríe. Anotados, su trama o alma ya está ahí, y puedes poco después empezar a minuciosamente revisarlos en cada relectura, con el oído, el sentido, el tacto. Siempre desde la intuición y el mayor respeto al lector, a la vivencia, al texto.)
  

domingo, 5 de enero de 2020

Jornada

                                  a Carlos García Mera
 
He alcanzado la paz
ya avanzado el camino.
Sin que importara ahora para nada
permanecer o irme.
Más bien, es otra la señal:
sentir por fin la llave que nos abre
el sólido sentido de la tierra,
la falta de importancia de la anterior 
dureza frecuente de los días,
desprendida como la hoja reseca
para latir de nuevo de otra forma,
cotidiana, distinta, aún más frágil,
que basta con tocarla con los dedos
tan sólo alguna vez
por el miedo a romperla todavía
en la frescura matinal que vibra.
 
 
* (Salí de viaje el primer día del año dejándome en casa los pocos libros de poesía que seleccioné para acabar con gusto su lectura, pero al poco tiempo por email me llegaron las pruebas de imprenta del nuevo libro de Carlos García Mera, a quien en estas fechas había quedado en visitar en la Residencia de Estudiantes, donde este curso dispone de una de sus becas de creación e investigación. E imbuido en la lectura de sus poemas, me vinieron los primeros dos versos que dieron pie al resto del poema. Nunca tiro un borrador por desalentador que parezca salvo que no quede más remedio, ni tampoco interrumpo un poema por voz, tono o temática inesperada que presente. Lo escucho hasta el final para dejar que exprese su mensaje y su forma y, si se sostiene, me entrego al paciente trabajo de revisión y correcciones hasta lograrlo lo mejor que sé.
 
Sigo la trayectoria creativa de mi amigo Carlos García Mera desde que en agosto de 2012 nos cruzamos por primera vez en Don Benito en una lectura de sus versos de entonces, compartida con amigos como Santiago Castelo y Juan Ricardo Montaña, en una noche calurosa de agosto en el patio del Museo Etnográfico. Esta dedicatoria se adelanta a la noche de Reyes y a su cercano cumpleaños, y le agradezco toda su confianza -y exquisita nobleza- en lo que siempre me ha anticipado de su obra, felizmente creciente, y paso a paso depurada y maestra.)