miércoles, 27 de junio de 2018

Bosquejo (para la noche de San Juan)


Si en el centro del fuego un ave agita el agua,

si en el lugar del sol una flor reposase,

si en mitad del abismo la sed hallase nombre,

en la audaz atracción de quien joven seduce

la noche avivaría el contorno tangible

del gozo y el reflejo de los cielos insólitos,

lo mismo que en el sueño de la tierra

gira el iris de un rostro

y el volcán de una fuente.

La espiral de los cuerpos

cristaliza las ascuas,

destella sobre el prisma

de una danza sin límites.

El colibrí ni alcanza o hiere,

tan levemente liba sobre el aire.

 

* (La escritura poética tiene, pues es el género más resbaladizo a la voluntad o el control, un componente inesperado siempre. Incluso cuando discurre sobre el territorio conocido, pero no previsible, de lo que se busca y se ahonda. Y ante todo vivido, pues escribir es vivir. Muchas veces da lugar a una realidad no existente antes, accesible y concreta en el clima y tensión de esas palabras. Jugando estos días de luz solar más largos del año con una cita de William Blake que me atrajo en la medida que me extrañaba, leída en el muro de Yolanda Regidor -Si el sol dudase un momento, se apagaría-, quise orientarla hacia otras variaciones, y así fue surgiendo este poema escrito por aproximaciones circulares donde, como en el alfar, va conformando su silueta el barro.)
  
 

viernes, 15 de junio de 2018

Desnudez

Tras los días de lluvia,
en la cuneta, al sol,
al girar una curva,
dos garzas blancas vuelan
asustadas al verme.
Apenas he podido 
acceder a su danza
impalpable y elástica
y de frente, tan cerca,
un invisible muro
gentilmente me impide
atravesar su espejo
y fundirme al querer
ser ellas un instante
extasiado en lo frágil.
Una extrañeza actúa
como cristal que frena,
y el encuentro no es más
que este níveo deseo
e imagen que diverge.
No es posible tocarnos
ni entrar en el olvido 
de sentirme rodeado
por ellas un instante.
Queda la curva atrás,
y al arrancar su vuelo
de dos mundos sentí
el choque temeroso
en sus ritmos distantes.
Yo llegué del lugar
que desconoce el centro,
que vacía y arroja,
tan lejano y ajeno 
al ritmo de las nubes
y al vibrar de la hierba
que no busca razones
y sin esfuerzo crece.
Esperaré otra vez,

de improviso y sin nombre,
a una garza en mi pecho,
al revuelo que encienda
el umbral de otro origen.
 
 

lunes, 4 de junio de 2018

Contemplación

Este era el sitio
que me esperaba
para vivir
el resto de mi vida.
Este árbol al pie
de esta ladera
a donde subo tantas veces
y escribo
o veo el paisaje,
o cierro
los ojos
para escuchar la noche
o la corteza
en que apoyo mi espalda
a la vez que me encuentro
y paladeo lo simple:
el aire, el rumor vegetal,
cada silencio
con el que deletreo
lo que soy y lo que alcanzo
antes de irme,
la sucesión 
de cada uno de mis rostros
que ya dejé de ser
y permanecen
junto al color de cada cielo
diferente,
anclados a este sitio
en que el alba se abre,
cae la tarde, me cobija
la noche,
y algún día,
en la intemperie 
del desgaste del tiempo,
la memoria invisible
de este tronco 
aún sostendrá 
la misma 
serenidad
del horizonte
por la que sí me llegue,
en mi ausencia 
de aquí,
el sueño
dibujado
en sus raíces.