Si en el centro del fuego un ave agita el agua,
si en el lugar del sol una flor reposase,
si en mitad del abismo la sed hallase nombre,
en la audaz atracción de quien joven seduce
la noche avivaría el contorno tangible
del gozo y el reflejo de los cielos insólitos,
lo mismo que en el sueño de la tierra
gira el iris de un rostro
y el volcán de una fuente.
La espiral de los cuerpos
cristaliza las ascuas,
destella sobre el prisma
de una danza sin límites.
El colibrí ni alcanza o hiere,
tan levemente liba sobre el aire.
* (La escritura poética tiene, pues es el género más resbaladizo a la voluntad o el control, un componente inesperado siempre. Incluso cuando discurre sobre el territorio conocido, pero no previsible, de lo que se busca y se ahonda. Y ante todo vivido, pues escribir es vivir. Muchas veces da lugar a una realidad no existente antes, accesible y concreta en el clima y tensión de esas palabras. Jugando estos días de luz solar más largos del año con una cita de William Blake que me atrajo en la medida que me extrañaba, leída en el muro de Yolanda Regidor -Si el sol dudase un momento, se apagaría-, quise orientarla hacia otras variaciones, y así fue surgiendo este poema escrito por aproximaciones circulares donde, como en el alfar, va conformando su silueta el barro.)
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