En tu boca la vida da la mano a la muerte.
Porque hay días con palabras
que apenas nos sostienen. Si hablas,
una llaga que teme dejar
su aliento sobre lo que contempla
te invita a retenerla. Si toca el mundo,
mancha, aunque lo ame. No es advertir lo roto
y declararlo. Ahora, todo lo es un dolor yermo,
incluso tú, o el tú, y no hay voz,
aunque el eco resuene, capaz de huir
u ofrecer otro fruto, un juego de la luz
en el que refugiarse.
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