El aire declinaba inadvertido
y en la mejilla la cadencia oculta
rasgó la nuez amarga de la espera
infinita, las tardes malogradas,
el paso en lontananza de la risa.
Con un delirio lacio y balbuciente
del deshielo emergió cómplice aroma
que, orfebre del instante renacido,
tornó frutal la luz frente a tu duda.
Cesó la sed inmersa en agua clara
y era la piel translúcida corriente.
a Estela, un libro, un cauce
a Estela, un libro, un cauce
* (En mayo de 1996, con el nº 95 de aquella rústica y elemental colección, se distribuyó de modo gratuito por algunos bares y librerías de Valladolid un cuadernillo que titulé Imágenes, encuentros con 8 poemas -más otros 3 de libros anteriores que enmarcaban el horror al vacío del editor de esta empresa - cuyo hilo conductor unía la referencia de algunos lugares vividos o visitados con el recuerdo o dedicatoria a las personas con quienes fueron compartidos o a las que así iban destinados. Dado lo efímero de aquella edición, iré sacando a partir de hoy aquellos ocho poemas en el orden y disposición que allí tenían. Este, a su vez, era el más antiguo, y de este modo fue salvado de quedar en tierra de nadie de proyectos distintos. En su reaparición me aflora el sabor y las formas de aquellos años universitarios entre vinos y niebla. Y como casi todo lo que publiqué, se debió a una invitación y a una vida literaria que ahora queda a cientos de kilómetros de mi casa.)
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