Corro
es el testimonio de una edad aún poblada de hechizos y hay algo en
él de biografía espiritual a la vez inasequible y honda,
sincerísima. Fue un internamiento, desnudo y vulnerable,
experimentador, comprometido, hacia lo auténtico, en la literatura y
en la vida, cercano siempre a la sorpresa -ilusionada o triste- y
sorpresa es la primera sensación que nos causa la vida, o esa manera
de expresar las emociones, o de rondar lo mágico, de hacer visible
la cara nunca oculta de los sueños.
Por el libro ronda una desaforada búsqueda de la
inocencia, el gozo, la esperanza, lo hermoso, el amor, lo sencillo.
¿Por qué vivir tenía que ser herético? Aunque al libro se le
cuele a veces la memoria triste de unos años difíciles salvados
interiormente por la poesía y el amor, la imaginación frente al
daño y la rebelión de la ternura contra el desaliento.
Frente al destierro injusto del dolor que destruye la
existencia, estos poemas intentaron ser una dura batalla por seguir
creyendo en la plenitud de la vida. Tal vez, como en Violeta Parra,
pudieron ser mi particular gracias a la vida.
(del autor, 25.enero.1987)