viernes, 15 de noviembre de 2024

Levante

El sol naciente
como un río truncado
quema los ojos.

Un mar de escombros
tras las inundaciones
nos desconcierta.

El agua anega
el huerto laborioso,
la vida mínima.

Tan dolorosa,
la queja de la tierra
no encuentra calma.

Sepulta el barro
el juguete de un niño
de golpe roto.

No habrá cometa
que remonte impecable
su luz perdida.

Espero el día
que la maldad no exista
sobre la tierra.


* (Para todas las víctimas halladas y las tal vez por siempre inencontrables, deseando -con todos- abarcar el daño pavoroso y sufrimiento recibido por hombres y mujeres, niños, viejos, casas, campos... de esta región, azotados por esta desoladora lluvia, así como por la incuria de quienes, pudiendo hacer bastante, la ignoraron. Que no vuelva a ocurrir.)
 
  

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Mediterránea remembranza

                                                                    (de Santiago Castelo)

Al abrazarte el mar, sumergido en su orilla,
como tú disfrutabas en Es Trenc tantas veces,
esta isla serena de calas escondidas
y rocosas, poblada de historias susurradas
bajo pinos y olas, brillos de plenitud
y lágrimas de oro, de nostalgias, cigarras
y lunas en jardines de mirto y con aromas
diluidos en canciones de la tierra y lejanas
frente a la tarde inmensa que se aboca a la noche
en el inmenso azul del mar inabarcable,
pasó lo ineludible: todo el silencio hundido,
los secretos sellados de lo que fue pulsión
arcana, impenetrable, como el muro callado
de estas casas en donde sus viejos moradores
se resguardan del frío, del calor y de aquello
que no se dice en alto, te contó en un instante
lo que en siglos sucede y entró en la memoria
de tu piel para siempre, como en un desahogo
sagrado en lo profundo, pues la isla, rendida
como hace con pocos, quiso abrir su misterio
ante ti más recóndito. Porque en ti cabía todo
sin que fuera naufragio. Y en tu atención, de siempre
los colores de un lirio, de un cardo o un racimo,
el temblor de una mano, el rictus de un enfermo,
la penumbra de un claustro o el hilo de un bordado
se quedaban grabados como si fueran tuyos
tendidos como velas o sábanas a salvo
del miedo y la derrota, bajo la lluvia limpios.
Te busco en este suelo emergido que amaste,
que reflejó el verano de tu niñez de pueblo
al sur de una provincia de encinares y surcos;
donde a veces calmaste tu sudor en un pozo
y una higuera con sombra igual a las de Granja;
donde al querer temblaste con la sed de tu cuerpo
por la luz traspasado de un mediodía insomne.
Una isla impensada que aún atrapa al pisarla
a quien sigue acercando sus labios al salitre
y a la nieve que quiere imitarlo en invierno.
Te pienso y me apareces gigante y vulnerable,
con la misma voz fuerte que vibraba al llamarnos
y acogernos solícito como el que cuida a un hijo,
sereno y desvelado por ver crecer su aliento.
Recuerdo tus abrazos y a ciegas me abandono
en aquella ensenada de tu acogida grande
que cesó tras morirte. Quien te acuse de ingrato
no conoció tu inmensa avaricia tan tierna
de cuidar insaciable lo bello y lo minúsculo,
de no olvidar ni un nombre. El tuyo me contiene.
Te llamo, y al oírlo, donde estás nos bendices.


* (Hoy, 11 de septiembre, José Miguel Santiago Castelo hubiera cumplido 76 años. Este poema surgió para recrear su recuerdo a su paso por Mallorca, isla ya presente en algunos poemas finales de su Cuaderno del verano (1985), pero asentada definitivamente en su vida y su obra a partir de cinco largas estancias veraniegas en los años 80 como corresponsal estival del diario ABC, tarea que en lugar de devenir en una labor desubicada e incómoda condujo a que la personalidad rica y gozosa de esta isla se uniera para siempre a su vitalidad afectiva, a tal punto que él muchas veces sintió ante sus campos la sintonía mediterránea de los mismos paisajes amplios de Extremadura, y a la vez, en un sinfín de ocasiones, numerosas familias de la isla de toda condición le abrieron su cordialidad acogedora como a un hijo o a un familiar que llegado de lejos se hace merecedor y depositario de todos los valores, identidades y costumbres de una sociedad minuciosa y tranquila que hizo cesar al tiempo en su calma dorada laborando la tierra. Siurell (1988) es el testimonio poético de esa estancia que convirtió, por su receptividad amorosa, a esta isla en otra más de sus patrias afectivas y estéticas. Siempre he dicho que su lectura fue el pórtico inesperado a mi posterior llegada a esta isla a principio de los 90. Habrá un día -y lo espero- más allá de mi paso sobre el relieve de Mallorca, en que el perfil y la sensibilidad de Santiago Castelo siga secretamente resonando como parte inseparable de esta tierra en los versos que entonados por cualquier mallorquín ni se deshacen ni desaparecencercanos e invisibles como es el alma, y que hoy invoco en su canto sentido y poderoso.)
 
fotografía del archivo personal de Santiago Castelo
 

lunes, 26 de agosto de 2024

Haikus por soleares

Río escondido,
tan adentro su curso
que dio conmigo.

Dejo que el aire
se disuelva en la brisa
de cada tarde.

Crece el olvido
para no vernos tristes
cuando morimos.

Bajo qué cielo
las aves que se alejan
vuelven de nuevo.
  

* (Hay quien respetando el espíritu del haiku lo cultiva con cierta medida libre, como en el caso de las jaiquillas, y no pocas traducciones de estos poemillas japoneses también flexibilizan este canon en favor del contenido lírico, comprensible por la distancia conceptual y lingüística que algunos traductores han dejado constar. Tal vez, que en su métrica clásica 5 / 7 / 5 el haiku se parezca a estrofas cortas de la tradición popular española como la seguidilla haya favorecido también su cultivo en nuestra lengua. Ayuda esta similitud. Y ciertos ejemplos del acercamiento de estilos entre lo popular y el haiku se dieron desde sus comienzos. Además de que dentro de la dinámica general entre la fidelidad a la tradición y al origen de cualquier modalidad poética y su evolución con el tiempo, o en su expansión a nuestra cultura occidental y lenguas, en ocasiones el haiku se ha teñido -como sucede con el flamenco- de variaciones y tonos por simbiosis de otros estilos o la aportación de la sensibilidad e innovaciones de sus cultivadores. Hay haikus urbanos, metafísicos, experimentales, surrealistas... sobre plantas, animales, situaciones cotidianas... El límite, la zona de distorsión y no reconocimiento es cuando se termina adoptando la cáscara para llenarla de cualquier forma ajena o trivial que lo vuelva otra cosa o no reconocible. Como quien quiera mezclar el yoga con el reguetón, o el buen gusto culinario y una pauta nutricional sana con la comida rápida y saturada de azúcares y mayonesa. ¿Puede llevar rima el haiku y sonarnos a cancioncilla meridional o llevar un toque de reflexión desde el eco de la sabiduría popular? Sí que se ha hecho y, sin querer abundar en este modo, tal como me vinieron gusté de anotar estos, enlazados de nuevo en cuatro tiempos. Valgan o no, me entretuvieron, algo aprendí con ellos y aquí tienen su espacio.)
   

Luz de otra vida, Kobayashi Issa, Maestros del Haiku-15, Satori Ediciones, Gijón 2020. Selección, traducción, introducción y notas de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala.

miércoles, 21 de agosto de 2024

Vitral

En donde nace el mar y cae la luna
tus ojos submarinos se revelan
igual que mariposas que naufragan
y avanzan con sus alas confundidas.

El mar, ante mis ojos empañados,
eleva una canción salobre y sola
donde se anega cada noche el aire
y arroja entre mis venas su ventura.

El mar desconocido, el mar frontera,
el mar que es catedral de soledades,
el mar descalzo y frágil cuando miras,

el mar donde citarte cuando asoma
la luz de ese delfín que al mediodía
acude y merodea en esta cala. 


     luna llena sobre la bahía de Palma, 21.julio.2024
  

viernes, 19 de julio de 2024

La muerte de Narciso

Desterré los espejos.
Su reflejo alejaba
el aroma del mundo,
la inmersión en su tacto,
el roce de su vuelo.
En la profundidad
del cristal frío
sólo salvé el destello
del sueño más despierto.
Rescaté la mirada
de esa noche sin fondo
en que es falso el hechizo
ajeno a lo distinto
y conduje esos ojos
abiertos hacia donde
lo incesante era el rostro
cotidiano del orbe,
su fulgor infinito,
su natural milagro.
El iris, como un lago,
se pobló de otros cielos
y anterior al ocaso
la luz, igual que un árbol,
a la sombra dio frutos.
Recogí sus semillas
y al dejarlas en tierra
creció en ellas la lluvia.
La casa siguió viva
para un futuro nuevo.
Al abrir la cancela,
el día resonaba
al abrazo del musgo.




domingo, 30 de junio de 2024

Trascender

Esperé al hielo
y lo bebí despacio
en sus racimos.

La muerte viene
desnuda en su avaricia
a por nosotros.

Aún no la espero.
Le ordeno que se calle
y al mundo cuide.

Mis ojos laten
incluso en la tristeza
del día más leve.

De él recojo
como un fruto silvestre
su aprendizaje. 


* (En la presentación de La imperfección de la belleza en Valladolid, Pedro Ojeda en su conversación subrayaba la importancia de leer para escribir. Y así es. Sin los poemas y fragmentos narrativos que había en mis libros escolares y que solían llamar mi atención mucho más que las lecciones mismas yo nunca hubiera sentido, tras la atracción de leerlos, la comezón de escribir aquellos endebles e insignificantes intentos. Porque la presencia de esos fragmentos literarios despertaban la aventura de la creatividad y el lenguaje más que la teoría que memorizar sobre cualquier autor, fuera Lope o Blas de Otero.

Ese fue uno de los designios de Ángel Campos al crear las Aulas de Literatura vinculadas a los institutos de bachillerato de Extremadura: llevar a los mejores autores contemporáneos ante los alumnos, a los que no se podía tratar como incapaces. Al revés, a los alumnos se les atrofia el gusto con la pseudoliteratura juvenil tan en boga, la mayoría de las veces de autores fracasados que suelen escribir por encargo y sin cuidado de la expresión o de los contenidos, pobres o insustanciales como las pasajeras modas de lo políticamente correcto. El buen gusto sólo se estimula con los grandes creadores que a esa edad -y a cualquiera- son el mejor modelo de elocuencia y valores, capaces de asentar con solvencia la orientación de los buenos lectores. Del rap y el reguetón no creo que surja un adulto sensible que aprecie luego a Amancio Prada o a Jordi Savall. Su oído -y seguramente algo más- se les ha atrofiado a estos adolescentes con la vulgaridad de estas composiciones al servicio del ruido y el adocenamiento, a cuyo bombardeo masivo han sido sometidosMás que nunca, disentir y sostener la excelencia es una obligación moral y exquisitez conveniente. Allá quien guste de otras cosas. Sin ligereza ni alas, no hay piedra que lanzada al aire se sostenga y por su naturaleza termine cayendo sin necesidad de combatirla. 

Lo cierto es que una parte de los poemas que escribimos surgen de la lectura de otros autores. Leer no sólo es una dedicación creativa sino una vía que estimula la creatividad. Nunca sé cuál será el próximo poema que podré escribir. Tras perfilar los detalles del último, queda el vértigo de si ese silencio va a durar unos días o apoderarse largo tiempo de nosotros. Sólo cuando, por débil e insegura que es, llega la sensación de algo que merodea para tomar forma lo anoto y, en actitud de escucha, le presto la atención y el trabajo que necesita. Con minuciosidad, con generosa paciencia. Porque ese mensaje (o dibujo, o composición) que nos pide paso a cualquiera de nosotros para salir es un acto de exploración o de autoconocimiento que tras el reto de lograrlo tal vez sea también valioso para otros. Este nuevo poema en haikus enlazados parte de un haiku y fotografía de Hilario Barrero [El curso acaba, / para algunos será / el último verano.] gustosamente leído en su blog a la entrada de este prometedor, y sólo por ahora, último verano.) 


lunes, 24 de junio de 2024

Picazas

Libres y esquivas
brincan dos urraquillas
sobre la hierba.

Hasta la infancia
van mis ojos tras ellas 
y no retornan.

La nieve vibra
y de ser flor sería
albor que vuela.

Sin atraparla,
al paso de la vida
la luz perdura.

Igual que el agua
lleva el gesto soñado
de quien refleja.


* (De un reciente viaje a Valladolid con motivo de presentar en la que fue mi antigua ciudad -donde se había editado- La imperfección de la belleza, al pasear de nuevo por sus lugares conocidos, algunos mucho más arbolados y acogedores para recorrerlos, me sorprendió más de una vez la presencia de estas urracas o picazas en distintos jardines, con esa elegancia inasible de su esbelto plumaje brillante a dos colores. No habituales en Mallorca, al cruzarme estas aves en medio de lo urbano, pude ir tras su imagen a ese reino ideal en donde nada pesa y la vida sucede ajena a cualquier sombra o roce. Así la sensación traída de vuelta de los buenos amigos con los que pude estar cerca.)