picotean los sembrados
las garzas blancas.
Salpica el aire
buganvillas que trepan,
lirios que nombran.
La tarde cede
su azafrán y lavanda
ante tu imagen.
¡Quién resbalase
cerca de tu mejilla
como una lágrima!
* (Ayer tarde, mientras conducía en un día de lluvia intensa, por un momento vi en un terreno arado una partitura de garzas blancas picoteando entre los surcos la tierra. Sin quererlo, tuve que anotarlo. Poco después en Palma recibí un regalo de enorme belleza -poesía y dibujos suyos- de un hombre retirado, exquisito, sensible a lo que importa, Federico Gallego Ripoll, y a la vez generoso. "Por las sábanas frías se escapan los caballos..." es un verso hermosísimo que incita a leer su reciente libro Las travesías (ed. Renaciminto). Belleza por belleza, quisiera corresponder con este poema cuyo borrador anoté afortunadamente a tiempo.)
2 comentarios:
Gracias, Carlos, por tu visita en la primera tarde de otoño que nos regaló este verano extraño.
De tu "isla de lápices" parten hermosos poemas, y a ella llegamos siempre con ganas de más belleza. Esas son nuestras travesías: nos encontramos en las palabras de los otros, en las que muchas veces nos sentimos escritos: la minuciosidad de tu lenguaje nos reconcilia con lo que reverdece entre la agresividad de un mundo burdo y hostil. Hemos de cuidar esa pequeña vida de la poesía verdadera, que nos lleva en sus manos.
Entre olivos, también tú como un orfebre, trabajas la materia sutil de tus haikus. Es esa luz que va desde sus hojas a tus pupilas transparentes la sustancia de que están hechos. Y suenan en distinto color según les va dando el sol de la tarde.
Sólo la poesía viva nos alimenta.
Gracias por esa rebanada de pan mojado en vino tinto con azúcar de tu poesía.
Hoy merendaré más.
Querido Federico, el curso pasado el confinamiento de marzo impidió tu visita a nuestro instituto de Santa Margalida donde ibas a hacer una lectura de tu obra poética a los alumnos, ya anunciada días antes gracias a tus dibujos, versos caligrafiados y una serie de fotografías de tu recorrido literario.
Lo inesperado nos ha traído a esta isla de Mallorca a dos peninsulares que gustamos de similares gustos sin duda necesarios: el silencio, la naturaleza, el cuidado de la sensibilidad y la vocación por el asombro. Hace treinta años llegó a mis manos un manuscrito tuyo que sigo disfrutando como si en su despliegue de inocencia se inaugurara el mundo.
Mira por donde, a esta otra orilla del mar, vivías tan cerca y pudimos hablar y conocernos un poco más allá de los papeles y dibujos tocados por el iris de tus palabras y lápices de colores. Que en ellos siga temblando el mago capaz de devolver a la realidad el alimento inmaterial de los sueños. Y sea así por muchos años, Federico.
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