martes, 9 de febrero de 2016

Confluencia

                                               a Vicente Gallego
 
Al trasluz de una tarde luminosa
bajo un sol impecable,
la flor rosada y blanca del almendro
mece sobre los surcos
el pulso del relieve que circunda:
roca, hendidura, lagartija y liquen, 
niña que corre o mujer que sueña
con una tarde al sol
que el pintor y ella misma
contemplan a distancia, sin tocarse, sin verse,
y a la vez,
entre grietas y matas,
un ave, una brisa y una fuente
los citan y reflejan
junto a un monte, un camino y una choza
Luego, la inmensidad del mar
y estas palabras
donde no importa que se ponga el día
si el fuego permanece.
 
  

* (Por más que el gusto de escribir no es fácil sin el ocio o la disposición propicia, hay borradores que se rebelan contra ese silencio. Tener la paciencia de guardarlos hasta el día en que perfilados cobran vida propia nos devuelve el aliento. La creatividad era eso: centramiento, pureza.) 
 

1 comentario:

Álvaro Valverde dijo...

Me alegra encontrarte "de vuelta". Un precioso poema, Carlos.