En su rincón,
un silvestre lentisco
me acompaña hace años
con su grácil silueta
de un verde lanceolado diferente
al de las otras plantas que alrededor
se apilan en el patio. Entre ellas,
un silvestre lentisco
me acompaña hace años
con su grácil silueta
de un verde lanceolado diferente
al de las otras plantas que alrededor
se apilan en el patio. Entre ellas,
encinas y algarrobos mallorquines,
un castaño del Jerte, un drago de Canarias.
un castaño del Jerte, un drago de Canarias.
Los sembré de semillas. Árboles
que escasamente crecen en su reino
esférico de arcilla, terrenal y algo estrecho.
Pero son y persisten, con sus hojas caducas
cada otoño, o en invierno perennes ante el frío.
Nacieron con paciencia. Esperan un terreno favorable
donde enraizarse un día y alzar por fin su sombra,
si pudiera ofrecérselo. Fieles y silenciosos
me regalan su imagen, acostumbrada
esférico de arcilla, terrenal y algo estrecho.
Pero son y persisten, con sus hojas caducas
cada otoño, o en invierno perennes ante el frío.
Nacieron con paciencia. Esperan un terreno favorable
donde enraizarse un día y alzar por fin su sombra,
si pudiera ofrecérselo. Fieles y silenciosos
me regalan su imagen, acostumbrada
a heladas y a la lluvia, al calor excesivo
y al sol alto de los meses más tórridos
sin elevarse mucho de la tierra
en su justa vasija que honran mansamente,
junto a otras plantas lentas y domésticas.
Solamente por eso, merece ver alzarse el claror cada día,
rodar las estaciones por el frío hacia dentro
para luego asistir al esplendor creciente
cuando asoma lo leve que es tan firme
sobre las yemas de los árboles y el reposo
extendido del verde de los campos
donde se asienta la bonanza con el olvido de la nieve.
Este patio encalado y suficiente
deja llegar a él el alimento de los días y las noches.
Acoge algunas flores llegadas en vilanos por el aire.
Bajan a él abejas y algún pájaro que todavía
resiste la invasión del cemento en solares
que hasta ayer fueron su refugio,
o las mariposas del verano y los gatos
en su justa vasija que honran mansamente,
junto a otras plantas lentas y domésticas.
Solamente por eso, merece ver alzarse el claror cada día,
rodar las estaciones por el frío hacia dentro
para luego asistir al esplendor creciente
cuando asoma lo leve que es tan firme
sobre las yemas de los árboles y el reposo
extendido del verde de los campos
donde se asienta la bonanza con el olvido de la nieve.
Este patio encalado y suficiente
deja llegar a él el alimento de los días y las noches.
Acoge algunas flores llegadas en vilanos por el aire.
Bajan a él abejas y algún pájaro que todavía
resiste la invasión del cemento en solares
que hasta ayer fueron su refugio,
o las mariposas del verano y los gatos
que puntean las tapias. El lentisco,
tan leve, tan vertical y simple,
me ofrece su lección. De seguir siendo él sin otro empeño
por encima de lo que son las demás cosas.
No invade. Y en su claro perfil existe sin que nada
lo enturbie. Junto a la cal se yergue. Que siga ahí,
que eligiera este sitio para crecer y acompañarme
es suficiente gozo que hoy me instruye.
¿Qué le puede faltar aunque nadie lo observe?
Nada. Exactamente es.
Aunque cambie de un modo milimétrico
al crecer y al llegarle la vibración
de lo que alrededor sucede.
Hoy, ante él, recibo de otro modo su presencia
y un mensaje parece albergar este instante
que me resuena sin palabras.
Conmueve el ir más lejos sin movernos.
Ahora sé que ahí perdura
para seguir hablándome
bajo la clara luz donde lo reconozco.
Pues todo lo que hay no es otra cosa que estar y suceder.
Sentir la voz serena de lo vivo y su impulso
por encima del tiempo en sus signos
tan leve, tan vertical y simple,
me ofrece su lección. De seguir siendo él sin otro empeño
por encima de lo que son las demás cosas.
No invade. Y en su claro perfil existe sin que nada
lo enturbie. Junto a la cal se yergue. Que siga ahí,
que eligiera este sitio para crecer y acompañarme
es suficiente gozo que hoy me instruye.
¿Qué le puede faltar aunque nadie lo observe?
Nada. Exactamente es.
Aunque cambie de un modo milimétrico
al crecer y al llegarle la vibración
de lo que alrededor sucede.
Hoy, ante él, recibo de otro modo su presencia
y un mensaje parece albergar este instante
que me resuena sin palabras.
Conmueve el ir más lejos sin movernos.
Ahora sé que ahí perdura
para seguir hablándome
bajo la clara luz donde lo reconozco.
Pues todo lo que hay no es otra cosa que estar y suceder.
Sentir la voz serena de lo vivo y su impulso
por encima del tiempo en sus signos
más sencillos y humildes,
más fieles y más frágiles. Como el de este lentisco
al ordenar el mundo sin esfuerzo.
más fieles y más frágiles. Como el de este lentisco
al ordenar el mundo sin esfuerzo.
2 comentarios:
"...me ofrece su lección. De seguir siendo él sin otro empeño
por encima de lo que son las demás cosas..."
Hermoso el poema, y ya sólo esos versos son toda una lección de vida feliz.
Saludos cordiales!
¡Hola! Gracias por compartir este post tan bonito, la verdad es que te transporta al lugar. También tengo que decir que no sabía que era el verde lanceolado, así que uno no se va a dormir sin aprender algo nuevo. Un abrazo.
Posdata: te acabo de seguir, y te invito a pasarte por mi blog si quieres.
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