Samuel, te agradezco la visita. Los acontecimientos que estamos viviendo me recuerdan las ascuas que en el aire bailan sobre una hoguera antes de caer de nuevo a tierra una vez transformadas y en un nuevo equilibrio, o en una posición y lugar cercanos pero, antes de la fuerza del fuego, no previstos. Así nos está sucediendo un poco a todos, como colectivo e individualmente.
Pero todo está así últimamente, agitado por completo, obligándonos a un cambio y equilibrio distinto: la crisis económica, el tiempo impredecible -como por ejemplo las inundaciones recientes de Australia-, la agitación con los seísmos frecuentes de la propia tierra, las revueltas populares de los países árabes, el conflicto de Libia, el accidente nuclear de Japón... y todo lo que venga. Lo que antes se movía en décadas, ahora lo hace en meses y todo es relativo e imprevisto, sin tregua. Lo que obliga a mucha más calma y a reconocer que no era tan seguro lo que sabíamos, hacíamos o aceptábamos.
Y es como si todo lo que durante mucho tiempo se hubiera basado en un intolerable exceso, desequilibrio o sufrimiento llegara a un punto de no poderse mantener más tiempo y ahondar en ese abuso. Sin embargo, observamos imprevistos sufrimientos, se disparan los miedos, parecen no valernos algunas de las seguridades de antes, vemos la fragilidad y muerte de mucha gente afectada por estas catástrofes naturales o políticas, y queremos encontrar a todo un sentido, una salida válida.
En ese punto estamos, y en esa tentativa iremos descubriendo y planteando soluciones. Recordando la hoguera, habrá mucho viejo que dejar atrás y mucha carga que transformar con el fuego. No nos va a valer nada de lo que hemos estado justificando con las ideologías. O con la ira. Sólo de pensar en ellas me da dolor de cabeza.
2 comentarios:
Carlos, precioso e intenso, maravilloso que personas que sepan escribir como tú nos agiten nuestras consciencias, te veo pronto
Samuel, te agradezco la visita. Los acontecimientos que estamos viviendo me recuerdan las ascuas que en el aire bailan sobre una hoguera antes de caer de nuevo a tierra una vez transformadas y en un nuevo equilibrio, o en una posición y lugar cercanos pero, antes de la fuerza del fuego, no previstos. Así nos está sucediendo un poco a todos, como colectivo e individualmente.
Pero todo está así últimamente, agitado por completo, obligándonos a un cambio y equilibrio distinto: la crisis económica, el tiempo impredecible -como por ejemplo las inundaciones recientes de Australia-, la agitación con los seísmos frecuentes de la propia tierra, las revueltas populares de los países árabes, el conflicto de Libia, el accidente nuclear de Japón... y todo lo que venga. Lo que antes se movía en décadas, ahora lo hace en meses y todo es relativo e imprevisto, sin tregua. Lo que obliga a mucha más calma y a reconocer que no era tan seguro lo que sabíamos, hacíamos o aceptábamos.
Y es como si todo lo que durante mucho tiempo se hubiera basado en un intolerable exceso, desequilibrio o sufrimiento llegara a un punto de no poderse mantener más tiempo y ahondar en ese abuso. Sin embargo, observamos imprevistos sufrimientos, se disparan los miedos, parecen no valernos algunas de las seguridades de antes, vemos la fragilidad y muerte de mucha gente afectada por estas catástrofes naturales o políticas, y queremos encontrar a todo un sentido, una salida válida.
En ese punto estamos, y en esa tentativa iremos descubriendo y planteando soluciones. Recordando la hoguera, habrá mucho viejo que dejar atrás y mucha carga que transformar con el fuego. No nos va a valer nada de lo que hemos estado justificando con las ideologías. O con la ira. Sólo de pensar en ellas me da dolor de cabeza.
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