Ya que no me conoces,
déjame que lo exprese:
revivo en mí la fuerza
que hacia nada conduce.
En el lugar del sol
un ídolo de olvido
vuelto bruma se rinde.
O yo solo he esperado
ver como nace el aire.
Del espejismo queda
silencio en cada nombre.
Y un pájaro de barro
por debajo del agua
sin fatiga se pierde.
Si relatas la vida,
haz de cualquier momento
una hoguera en la noche.
Así la luna saque
del fondo de los lagos
el dolor de las fuentes.
déjame que lo exprese:
revivo en mí la fuerza
que hacia nada conduce.
En el lugar del sol
un ídolo de olvido
vuelto bruma se rinde.
O yo solo he esperado
ver como nace el aire.
Del espejismo queda
silencio en cada nombre.
Y un pájaro de barro
por debajo del agua
sin fatiga se pierde.
Si relatas la vida,
haz de cualquier momento
una hoguera en la noche.
Así la luna saque
del fondo de los lagos
el dolor de las fuentes.
3 comentarios:
Hermoso, muy hermoso
Escribir algunos poemas es un ejercicio de extrañeza. Parecen imponerse y tener vida propia, aunque resuenen con nosotros. En este caso he sentido el desdoblamiento o proyección que un novelista o dramaturgo debe sentir con la vida y reacciones de sus personajes. Si somos a la vez que nosotros muchos otros impulsos y personajes, y capaces de sentir las sensaciones que captamos o suceden cerca, lo que aquí digo ha querido así corporeizarse. Lo que dice es una despedida a toda la belleza de la vida que llegamos a concebir sin que se pose por más tiempo en nosotros o sea -como la piel y el aire- nuestra. Y desde su nostalgia, una invocación y espera necesaria para que no más ocurra. Tengo la sensación de que estos estados individuales son compartidos simultáneamente por muchos. Escrito cerca de la necrópolis de Son Real, tiene para mí -y así lo quiero compartir- una vibración y reconocimiento por ese bosque a la orilla del mar donde descansan estas marcas.
Sí, muy hermoso, con palabras insustituibles y metáforas potentes.
El comentario y en especial los datos sobre la fuente inmediata de inspiración permiten comprender racionalmente mejor (o al menos le dan una coartada explicativa) el tono telúrico, como de giro de las palabras sobre sí mismas y sus ídolos, sin que la medida humana suponga nada decisivo. Naturalmente, es un «efecto logrado», la concreción de una virtualidad del arte de decir que consigue trasladarnos a un determinado nivel de percepción o, como si dijéramos, «ponernos en situación».
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