jueves, 28 de febrero de 2013

Desierto

Sobre lo que fue error
-si admites la derrota-
se alzó pronto el poder
de un tacto mudo,
la negación
a una truncada ofrenda.
Creí sin red donde
se helaron cauces,
volví de un sol
que me otorgó cenizas.
Tu imagen me acercó
la belleza del mundo,
relámpago en el cual
el vacío fue el fruto
y el canto la extensión
para un dolor sin cuerpo.
Tantos años después
y fiel a mi espejismo,
renuncio a la ambición
de captar el murmullo,
de sostener la luz
donde brota el castigo.
 
 
* (Con la conciencia de no dejar abandonado el blog más de la cuenta, y a pesar de tareas y fastidios que nos impiden la clara captación en la escritura de las cosas y el ocio necesario para estas tareas, hoy de viaje hacia Valladolid buscaba entre los cuadernos que me traje un texto de 1983 que me apetecía sacar con alusiones a aquel año que transcurrió en Cáceres. ¡Ay!, quedó en casa. La entrada la ensoñé en mi imaginación mientras cruzaba en autobús la sierra de Madrid algo nevada, por cierto. Pero releyendo unos poemas de amor de esos años 80 nunca impresos, me dió por reescribir un final o enlazar una continuación de ellos, allí donde esa reflexión me pareció hoy posible. Este ha sido el efecto que, en cualquiera de sus lecturas, comparto y ofrezco.)
 

6 comentarios:

Álvaro Valverde dijo...

Estupendo, Carlos. Otro poema logrado.
Un abrazo, Á.

Alfredo J Ramos dijo...

Es casi un salmo que se eleva hacia dentro para averiguarnos. Me ha encantado leerlo en voz alta. Un "canto firme, muy apropiado en estos días de sede vacante ;-).

Carlos Medrano dijo...

Digamos, Alfredo, que nuestro interior sabe más de nosotros de lo que creemos. El poema es la devolución en el espejo de un autorretrato excesivo, de una piel indebida que a estas alturas por completo rechazo.

De ese marasmo actual del que tú y yo hemos hablado, lo social y lo personal parecen condicionados por unos demonios que quisieran mal jugar con nosotros y destruirnos. A mí se me ha acabado la paciencia, pero no la serenidad, de querer desprender de mi vida todo lo negativo que no tiene sentido y no es otro su afán sino que no lo tengan ninguno de mis pasos.

Ya que hemos optado muchos por descalzarnos hace tiempo a la hora de pisar el fragmento del mundo que hemos elegido, no nos corresponde tampoco soportar lo que quiere infectar nuestro aliento. El amor es demasiado hermoso para que se nos impida concebir o respirarlo. Que quede atrás lo ajeno y lo contrario a lo mío. Que yo te pueda hablar sin dificultad de la vida en la que creo y con las fuerzas intactas que he cuidado y con las que he nacido.

María Jesús Siva dijo...

Lo has vuelto hacer, has vuelto a llegar a una fibra que se me retuerce y me produce un espasmo y me obliga a leer tu poema varias veces, y a decir 'qué maravilla'.

Creí sin red donde
se helaron cauces,
volví de un sol
que me otorgó cenizas.

Me quedo con estos versos que para mí encierran la derrota y el resurgir.

Carlos Medrano dijo...

Muchas gracias, María Jesús. Si en lo que he escrito he puesto las palabras que de ti dicen también algo, se demuestra que el poema estaba hablando de todos, a la vez o incluso antes que de yo mismo. Porque seguramente la mayoría coincidimos en mucho más de lo que nos damos cuenta con nuestras vivencias tan distintas y a la vez tan idénticas y necesitadas de esta comunicación o confidencia íntima ante el otro y ante uno mismo como espejos.

Cristina dijo...

Derrotarse, dejar caer los hombros y renacer. Un amigo me dijo hace poco que el vacío es espacio, un espacio que hemos de llenar con las cosas que de verdad merecen la pena -y la alegría, claro-.
Estos versos me han pellizcado.
Abrazo fuerte, querido Carlos.