se disuelve en el aire.
Mas el aire quisiera
ser como tú, corpóreo.
Huimos de la imagen
que a los otros complace.
La materia nos forma
a la vez que es un límite.
Encierra sensaciones
de un devenir extraño.
Describo su memoria
al desprenderse:
un sueño interrumpido,
un fulgor que no duele.
En el cuerpo se esconde
al latir lo difícil,
esparcidos fragmentos
de un saber entrevisto,
un perfil de violines,
el silencio en la nieve.
Si respiro, sucede
sin pausa lo distante.
La raíz que me ofreces
es mi voz ya sin nombres.
*
(Quise que en los últimos días de agosto apareciera en el blog este
poema que había escrito durante el mes y retocado en esas fechas previas. Me
encontraba pasando de nuevo unos días en Portugal junto al
Atlántico, desde hace años a mil kilómetros de mi residencia mallorquina.
Y de donde volví con la sensación de ser un lugar magnífico para
vivir si así de fáciles fueran los deseos terrenales. Me costó
encontrar cerca de donde estaba un cibercafé para preparar la
entrada que mostré con el poema exento. Con la urgencia del
momento, opté por no incluir unos versos emblemáticos de Juan
Manuel Rozas que me resonaron durante su escritura, pero que ahora,
tiempo después, aquí recuerdo: "somos ruido de rosas, dioses
para la muerte". Porque siempre, después de atravesarla de
nuevo, y más con los seres queridos más cercanos, queda la sensación, mientras
vuelven los días que germinan y a cuyo rostro nos volvemos, de ser
parte de ella. Hasta que un día el propio pulso nos sacude y devuelve al
sentido de lo que alcanza la existencia.)
3 comentarios:
Me encanta la musicalidad del poema y el ciudado formal que pones en unos versos de excelente cierre. Enhorabuena, Carlos.
Muy bello,Carlos, amigo.Luminoso y profundo.Dolor y calma.
La lectura ha sido rápida pero atenta,volveré sobre esos versos, pero tengo la impresión de que has encontrado ('encontrado',sí)un camino certero. Un abrazo. Luis.
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