Vaciar una casa.
Llenar cajas, maletas.
Desnudar las paredes
de un interior que todavía acoge
obligado por lo que ya no está
y una distancia, por cierto, inevitable.
Sagrada ceremonia
es despedirse consciente.
Mas no es posible envolver
lo que no asoma
ni quedó tras la marcha
de esa lenta presencia
que sin embargo fuera tan cálida columna
cardinal de este hogar y mis días
hasta ahora. ¡Quién pensara!
A la que hoy
levanto esta fogata
sobre señales mudas, desvestidas
y poderosamente ciertas
que me acompañarán
a donde vaya.
POSDATA
Guardo libros y objetos personales
contrarios al olvido de una edad
cuyo curso fue amable,
cuya labor tuvo sentido,
y hoy me devuelven
el placer y el remanso de un lugar
(este cuarto, esa suma de horas
recogidas, o las cartas
tan demoradamente escritas)
donde nada caía, más bien,
en algunos fragmentos y en destellos
más allá de la noche
sucedía este oficio,
íbamos siendo.
3 comentarios:
A veces me pregunto quién habita a quién, si nosotros las casas, o si las casas habitan en nosotros...
Besos.
También tu hermoso poema crea en mí la sensación de necesidad, el deseo de posesión de un lugar propio, de una casa con muros contra el tiempo y la erosión. Me ha encantado el poema, Carlos, esa posdata llena de buena poesía.
Bellísimo, querido amigo Carlos, eso siente uno en tantas casas que ha cerrado ya en la vida...Abrazos.
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