sábado, 22 de febrero de 2014

Febrero. Cielos claros

El calor de los días
bajo el sol de la tarde.
¿Fugaz o permanente este paisaje
verde, naciente, ávido?
Antes de anochecer el sol se lleve
lo que sobra en mi cuerpo.
Edad que crece sin quererlo
sin fatiga, sin nubes.
Cada vez menos lastre.
En mis manos el aire
me basta que se colme
de élitros y vilanos.
Alguna vez seré lo que contemplo
y a la vez es origen:
un surco donde el agua al sol se espeje,
una cadencia de animales lentos,
el corazón latente de estos campos.
Míralo aquí.
Ahora lo observo con detalle.
Es un ciclo. Si duermo,
ya falta menos. Me conoce.
 
 
* (A una hora cercana a la que fue escrito, cuelgo este poema en el día que se celebra el 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado en Colliure y del que leo que ha sido también una mañana soleada en su natal Sevilla. ¿Quién no ha desgranado hoy sus recuerdos desde ese último verso encontrado en su bolsillo? No sé si lo que cuentan estas imágenes recogidas de vuelta a casa conduciendo tienen algo de machadianas, al menos en su lectura del devenir y sentido de cualquier vida a lo largo del tiempo, y en esa conciencia despojada y desnuda como fin último. O tal vez es un apunte sobre los límites tan bellamente sensoriales como ineludibles de la realidad material y física de nuestra existencia, con la inquietud de su deseada superación o transcendencia. Eso ha supuesto la paulatina aportación de la cultura, del arte, de la civilización... tan favorable en general como capaz a la vez de sepultar lo sencillo. Ante ello, la costumbre de quien, con la memoria de ser parte de ella, acude y se reconoce -o integra- en la naturaleza.)
  

1 comentario:

Unknown dijo...

"Alguna vez seré lo que contemplo / y a la vez es origen". ¿Se puede condensar mejor esa inmersión y ese deseo, así conjugados en esta hermosa lápida? Tu palabra siempre es densa y leve: piedra y aire en un todo que roza y duele y consuela. Gracias, Carlos, gran poeta.