Tácito amor, secreto
como el beso,
penumbra secular,
altar y asombro,
alta profanación
para un eterno asalto:
fulgor que crece en ti
y acoge íntegro.
La vida es
sin error. Cesa
un momento
el daño. Remanso
sin olvido.
*
(Después de un año, vuelvo a rescatar un poema de Las horas
próximas. Este que, tras tres poemas breves que enmarcaban y
anticipaban el libro, iniciaba la primera parte, titulada así,
Contra toda razón, porque aquel hechizo invernal se abrió, en
palabras que guardo, "contra toda razón", es decir,
inesperadamente, del mismo modo que, pese a su alto gozo, luego quiso
cerrarse, atravesado por su alfa y omega casi desde el principio. He
vuelto de Valladolid hace un mes donde he recordado el momento de
aquella escritura surgida entre mis 24 y 25 años, poco antes de mi
conocimiento personal de Francisco
Pino,
sin cuya deslumbrante lección tanto este libro como mi escritura
posterior no hubiera adquirido del todo su intensidad y depuración
deseadas. Sigo creyendo que aquel libro, escrito hace más de un
cuarto de siglo, contiene un homenaje delicado y
sentido a esta ciudad castellana a la que tanto debo. Aunque sin las señales externas que hiciera palpar más su itinerario de enclaves y calles. Tras este fragmento,
iban tres más que iré mostrando en los próximos días. Expresaban,
y expresan, el momento de la conmoción y lo puro. Aprovecho ahora
para corregir un descuido -mío- visto después de editado el libro.)
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