jueves, 24 de mayo de 2018

Imago mundi

                                            a Toni Gost
 
Primera luz,
el cielo por delante.
Vivir, atravesarlo.
Aspiración
a que no pese el cuerpo
desde el cuerpo.
Un destello nos basta
sin pagar alto precio.
Ver que brota en nosotros
el ejercicio simple
de recorrer el mundo y recrearlo,
de avanzar y sentirlo,
de recibir su sucesivo gesto
vegetal y frondoso,
la sensación abierta
de tocar y atraer
la forma con que el sol es cada fruto.
Y con sólo pensarlo,
e incluso sin palabras,
verlo es casi contar,
pues pareciera escrito
en la luz de su espacio,
en la presencia libre
que recojo.
Una mirada, un pulso,
un transeúnte
en medio del camino
dijo esto.
 
 

* (Hace unos días, en una guardia de biblioteca de mi instituto, inesperadamente asistí a la visita a un grupo de alumnos de bachillerato de Antoni Gost, poeta mallorquín residente en Sa Pobla, al que no conocía personal ni literariamente. Y ahí empezó el regalo. Tras este hombre pequeño, de voz tomada, discretamente amable, con el sentido del peso y valor de las palabras que ofrecía sonriente como una señal capaz de una realidad superior compartida e intacta, su relato creaba el espacio esencial de la poesía mucho antes de entrar en el ejemplo de sus textos manuscritos, hermanados artesanal y libremente con la imagen y las texturas de pintores amigos y materiales diversos: papel, madera, manchas, metales, arena, telas viejas... Por su esencialidad, llegué a sentir que la decantación del haiku suponía un exceso al lado de algunas expresiones más despojadas, conmocionantes y breves suyas. Y que algunas personas como él mismo son capaces de hacer aflorar lo poético en una conversación tan poco habitual como espontánea. Desde ella, era posible luego acceder a este estado donde el lenguaje adquiere el destello de convertir al lector o el oyente en un ser tocado por el don del sonido y el silencio hacia otro alto propósito y sentido, y acercarlo a una sensibilidad más a salvo a diario. Estaba yo en esos días anotando este poema. Gusté de introducir en él algún detalle que me sugirió escucharlo y se lo debo. Como también la gratitud y el asombro hacia lo cordial y sencillo. Ahí seguimos, nel mezzo del cammin, nada lejos. Algún día nos veremos.)
 
 

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