Para beber, tu imagen se hizo fuente,
honda sensualidad desplegada en el aire,
igual que el mar olea por la noche
y balancea las barcas, y la luna, y los sueños.
Para saber, tu voz fue al corazón del bosque,
sonó como un violín reparando los árboles,
sonrió con el filo nevado de tus dientes,
llena de la alegría mineral e intangible.
Antes que el tiempo pase y arañe lo que eres,
mientras leas un libro o mires un paisaje,
piensa que te alimentan otras constelaciones
ajenas a lo triste e incapaces de ocaso.
Deja que brille intacto lo que incluso no sabes
y ha bajado a la tierra para quedarse siempre.
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