miércoles, 8 de diciembre de 2021

Es piel que huye

Vuela un vilano
sobre el río que pasa
y lo desconoce.

Tras él las nubes
al cruzar sobre un cauce
no permanecen.

Pido a la vida
que me mire a los ojos
sólo un instante.

Tanto que corre
que el soplo de su aliento
es piel que huye.


* (La mecánica del blog me condujo a titular cada uno de los poemas subidos desde su comienzo. Hasta entonces, su presencia era algo ocasional y más bien escaso. Pero ese requisito de nombrar cada entrada de un modo distintivo supuso una vuelta de tuerca favorable para la creatividad. Hasta el punto de convertirse en parte de la arquitectura del poema acabado, cuyo equilibrio y estructura final pasaba por esa palabra o mención preferentemente nominal convertida en parte inseparable del conjunto al dar señal de él antecediéndolo. El título no podía ser redundante o banal. A veces surgía por contraste, por asociación, por complementariedad, permitía introducir un elemento más allá de lo dicho en el texto y aportar una resonancia personal o ampliada a quien fuera a leerlo. 

Los lectores y amigos más de una vez han contribuido a fijar un poema al devolverme la sensación exterior de algo aún en marcha. Este poema, surgido al escribir una dedicatoria de Entorno claro guardaba varias posibilidades para ser titulado. Consulté a mi señor don Antonio, mi maestro en jaiquillas, la duda y el abanico de soluciones y por fidelidad a su ojo especialmente fino acepté titularlo como me sugirió con la expresión del verso último. Al igual que el patio de mi casa, mi señor don Antonio es particular y por ello capaz de convertir una nube que pasa en razón filosófica del cielo para que al trasluz de ella baje el matiz del color ese día deseado. O de convertir la impureza del barro en un rincón a salvo donde florezca libremente lo sin nombre y valioso. Hace tiempo descubrió con los lápices y rotuladores de uno de sus nietos que era capaz de dibujar como un druida travieso y a ello se dispuso en cuadernos donde guarda poemillas inéditos ilustrados que no transcienden más allá del salón de su casa. Lejos de poder visitarlo hace años, alguna vez recibo sus jaiquillas que matinalmente escribe cada día al levantarse, antes que raye el alba. Con su permiso comparto dos recientes. O cuento una de esas anécdotas de como la vida puede seguir siendo una aventura zascandil para quien nunca dejó seriamente de serlo sin necesidad de quitarse las zapatillas ni salir de casa. El último de sus artículos donde fustiga con humor la tiranía de lo fuliginoso, apareció en la edición en papel de El Mundo escrito por completo en latín. A saber cuáles fueron los duendes informáticos que quisieron que su dictamen se oyera desde la fuente de lo clásico. Ahí seguimos, por encima del frío, la seriedad y las tardes con viento. Y para quien guste, con el anís del mono y al brasero.)


                    jaiquillas con dibujo de Antonio Piedra

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