¿A qué hora cruza
el corazón la sombra,
la brisa el alma?
No sé en qué idioma
la fuente que no cesa
conversa a solas.
En lo profundo
del silencio y la noche
lucen estrellas.
Nunca hay frontera
en el linde que el aire
libre atraviesa.
Cerca del agua,
como el ciervo que bebe
y tiembla y huye.
Ahora el reflejo
del manantial que corre
lleva su imagen.
* (El anhelo de un locus amoenus en donde reencontrarnos, como son para Manuel Simón Viola los espacios naturales de su natal La Codosera que en ocasiones nos comparte en sus fotografías, dio lugar a la escritura de este poema y, por eso mismo, quiero brindárselo a él, así como agradecer el diálogo lector con Isabel Jimeno por su oído y consejo al filo de cerrarlo.)
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