viernes, 11 de agosto de 2023

Leviatán

veces las palabras 
dan frío, sus raíces 
se pierden en el miedo, 
desconocen, carecen, 
hacia nada conducen, 
proceden de una noche 
confusa e invariable 
como un fango que cubre 
un espacio deforme. 
El hombre las emplea 
con hambre de tinieblas, 
desde una furia inútil 
obcecada y de sombra. 
Son un rumor sin aire, 
una voz que no expresa, 
la deforme semblanza 
de un ruido permanente. 
Su estrépito y renuncia 
invocan el fracaso 
de alzarse contra aquello 
que era luz en su origen: 
la intensidad de un arco, 
la verdad inocente, 
el pálpito del mundo 
donde honrar su reflejo, 
donde ser y mirarse 
y al tiempo descubrirse. 
Las palabras nacieron 
como brota en silencio 
la tierra cuando late 
al recibir la lluvia. 
Recuerda su comienzo 
de lenta transparencia, 
su entrega minuciosa 
empapando los rostros. 
Las palabras respiran 
al sostener el aire, 
son el hilo invisible 
de todo lo que existe. 
Lo que mancha sus voces 
evítalo si buscas 
discurrir sin más nada, 
vibrar en lo que halles. 
El agua siempre fluye, 
óyela como corre. 
El linde de su orilla 
es la sed que disuelve. 
Lo mismo en las palabras: 
no enturbies, no recubras 
de neblina sus ojos, 
deja que te despierten 
con la imagen del mundo  
y que ellas pronuncien 
lo que al callar intuyes. 
El hombre nace, crece, 
en sus manos recibe 
el misterio de un ave, 
el fuego y sus visiones, 
el don del horizonte. 
Sin embargo su esfuerzo 
como el olvido asola. 
El mundo que procura 
muchas veces sucumbe. 
Lo que amen tus ojos 
será lo que te lleves, 
la fuente del silencio 
que era el ser de los nombres.
 

2 comentarios:

bisílaba dijo...

¡Qué belleza tu canto a la palabra!
Es una de nuestras riquezas más preciadas, pertenece a todos sin distinción aunque, en ocasiones, la "abundancia del corazón" nos deje sin encontrar la que con exactitud definiría aquello que queremos decir.

"... deja que te despierten
con la imagen del mundo
y que ellas pronuncien
lo que al callar intuyes."

Un lujo leerte

Carlos Medrano dijo...

Me alegro, amiga 'bisílaba', por tu apreciación que me halaga. Hay poemas como este que surgen para conjurar el uso indebido de las palabras por las que estas dejan de ser un depósito de la verdad y olvidan su capacidad de contribuir a hacer mejor el mundo. Pues la palabra cuando es empleada como arma para mentir, dañar o calumniar no sólo degrada la realidad y enfanga a quien así las falsea sino que nos aleja de ese potencial creativo por el que, en la literatura y en la comunicación cotidiana, lo que no existía se revela enriqueciendo y dignificando la vida.