Siento mis ojos tristes
mientras están cerrados.
Al abrirlos,
quisiera responder a todo lo que he visto.
Y de nuevo al cerrarlos
estremece el silencio donde se ovilla el mundo.
Ese mismo silencio anterior a mis ojos
e interno de los sueños.
Silencio que es desierto
hasta que mana en fuente.
2 comentarios:
Espléndido poema, Carlos, este del 2009. Nada, desde la fría luz del título hasta el giro autocumplido de la imagen final, sobra ni falta. Y una imagen tan poderosa que no puede cogerse con las manos sin que se deshaga: «el silencio donde se ovilla el mundo». Noraboa!
Sabes que escucho tu palabra con la atención y reconocimiento de quien oye a un hermano mayor inquieto o sabio. No tanto por el elogio, sino por la incitación a la reflexión de la experiencia, a no vivir en vano, a pretender la clave alquímica del conocimiento que explicara y permitiera la creación de todo. Cambiando el tercio te contaré una anécdota. La inspiración de la escritura asalta en momentos especiales, de un diálogo y sensibilidad interna que aflora, pero inesperados. Comer de menú en un restaurante popular, con la tele al fondo, el vino tinto con gaseosa al lado, el periódico del día delante y ni una sola hoja donde concretar esas ideas que iban viniendo... Me salvó el móvil, tecleando en él los versos iniciales de este poema con ese título occidental de lo que la vida quiso sólo mostrarme pero no hacer mi medio geográfico de vida. Al menos, he recalado en Portugal este verano. Debe ser eso, acercarme a Galicia o a las tierras de Lisboa cada cierto tiempo. El viaje, el reencuentro en diferentes años, con tantos libres y personales sitios. Los poemas siempre anticipan y entienden tácitamente de muchas claves, y recibirlas es superar la reducción al recuento con la que sin casi nunca entender de lo creativo disertan sobre ello los académicos. Como si no fuera un hecho vital más complejo todo lo que queda dicho. Saludos cómplices y esperanzados en este fin de año.
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