La poesía es muy fácil de entender. Escúchala como haces con el resto de las palabras. Tú siempre dentro para saber desde dónde surgieron y qué buscan esas voces que debieran llevar la fuerza original de todo y nada, la misma que reclama cobijar con la armonía intuida del alma la soledad de cada herida, la huella original de cada hora, la convicción de quien alienta la alegría. Escúchala como el que aspira a atisbar lo anterior a la música, o como quien espera la lluvia que comienza a rozarle por la cara.
1 comentario:
Hace ya algunos días, una amiga -abierta a esa mirada no tan frecuente de quien respeta y ahonda en la vida- al leer un poema reciente de este blog me comentó que lo había disfrutado aunque creía no saber leer poesía. Como también nos pasa a algunos en otras manifestaciones artísticas en las que no hemos dispuesto de la suficiente y bien orientada formación a edad temprana o carecimos de haber sido tocados por una mirada creativa en esos años fundacionales de la adolescencia, o incluso antes. ¡Ay, la importancia de cruzarnos en nuestra educación con las personas oportunas!
Aquellas palabras originaron estas otras por las que sigo confirmando mi gusto por la escritura como diálogo. En el fondo, el lector sólo necesita acercarse -o empaparse- con su atención, a lo escrito y no requiere más que el afán de sentir y no sé si el de desear acceder limpiamente a la certeza genuina de la vida y de las cosas. Si no tanto, al menos advertir sus señales. Es decir, internarse en la creación no es, en suma, sino aprender a mirar lo creativo desde dentro y desentrañar el sentido poderoso -o incesante- que estaba esperando detrás de las palabras y las cosas, en esa relación de existencia nombrada. ¿O estoy hablando de nuevo del que escribe, un lector al acecho de ese momento en que se forman y condensan de vida las palabras?
Publicar un comentario