al remover minucias y el vacío,
los ojos necesarios
que recogen el mundo
y la voz de tabaco
modulada en recuerdos.
Quien retuvo migajas
como manjares hondos
incluso en su silencio
hace cálido el aire.
Todo final abrupto
a la vez permanece.
En el hogar acoge
el humo que arde lento.
* (En correspondencia a unas cartas y conversaciones recientes, este poema fue escrito pensando en Elías Moro y el sabor cuesta arriba que me contaba de meses como noviembre que han acumulado el aniversario de amigos fundamentales que se fueron -José Viñals, Ángel Campos. Desde esa cordialidad tan espontánea tuya, me era difícil oírlo sin que me afectara lo más mínimo. Por ti, por ellos.)
7 comentarios:
Espléndido poema, Carlos.
Ayer, en tu voz, lo oí entrecortado.
Hoy he podido disfrutarlo como se merece, reteniendo sus "migajas como manjares hondos".
Abrazos y gracias.
Expliquemos que lo de entrecortado era debido a la conexión del teléfono móvil, tan moderno como inseguro en algunas coberturas.
Te puedo decir, Elías, que me siento conforme de haber escrito esto. La escritura es un constante diálogo con los amigos y el entorno. Un placer, compañero. También mi abrazo.
pd: y recomiendo a cualquiera que nos lea ahora una pequeña debilidad que siento por algo reciente tuyo: busquen la entrada "Gorrión" en El juego de la taba y que sirva de aperitivo para saborear lo que haces, y al autor, por supuesto.
Hay migajas compartidas del banquete de la infancia, de galletas de merienda al calor de una camilla, en noviembre, el mes de llenarse los bolsillos de castañas calentitas y dejar que los dedos se quemen lo justo al pelarlas para recordar que el fuego permanece.
Qué tiene noviembre? para mí es un mes triste, demasiado triste. En noviembre desaparecieron, para siempre, personas importantes de mi vida. En noviembre se caen las hojas de los árboles más que en otros meses, pero eso me gusta, en noviembre llega la nieve, los días se acortan, las chimeneas se encienden, el mar es gris... Noviembre tiene algo que no tiene ningún otro mes, pero no sé por qué, o quizá sólo a mí me lo parezca.
Un abrazo
Excelente poema, amigo. Hondo y triste, como noviembre. Un abrazo, Á.
No sentí tristeza al escribirlo, Álvaro, pero claro que en estos paisajes hacia dentro se aceptan los sabores y tonos de la serenidad y de las horas profundas. El poema no fue escrito con la nostalgia de lo perdido o lejano, ni desde la decepción de lo que en la vida va a menos.
Más bien habla de lo que se ha vivido con intensidad y el reconocimiento de lo que valoramos con la certeza cálida de las chimeneas que se encienden en este mes en que -por fin- las hojas cambian a los tonos rojizos y ocres del otoño.
La tristeza en noviembre, querido Carlos, contiene ese escalofrío de lo que nos atrae; una nueva y reposada lectura de ciertos libros que nos acompañan mientras la lluvia salpica la memoria. Un silencio íntimo, la lectura de algún poema tan hermoso como el que nos regalas, y esa luz otoñal que ofrece un tiempo acogedoramente solitario...
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