viernes, 1 de septiembre de 2017

Gin tonic

                                  a Luis Ángel Lobato
 
Roza el labio el cristal de la copa celeste
mientras el jazz recorre el alma de la noche
y en la barra otro espejo abisal y salobre
te conoce y se acerca sugeridor de historias
como un dátil abierto en la mitad de un filme.
Varios tragos deslizan el foulard de su canto
que en espirales suelta las sombras de un eclipse.
Sabe tu corazón oblicuo a la penumbra
de luces patinadas en oasis nocturnos
la manera de alzar sobre un mástil destellos
que tintinean el hielo de sueños boreales
y el esplendor del rimmel que hiere sonriente.
La voz angelical, la boca temblorosa,
la silueta del mar extendido delante.
Todo el alcohol se mezcla en música que envuelve
mientras cae rodando a los pies del invierno
la noche helada, el cierzo de la calle,
los juncos que se inclinan al temblor de unos ojos
de celuloide y nieve para nunca olvidarlos.
Dame tu mano, pulso y asombro de mi origen,
tan soñado en las tardes bajo un canal sin agua
sepulto solamente por el llanto del aire.
Esa cintura frágil que recorro y conozco
con perfil de Los Ángeles o un jardín de Verona,
me visita y me invade, la recibo en los parques
marchitos de mis versos y en mi sangre de otoño.
Sigo el vuelo a las aves que sostienen las torres
de las que nunca supe o separarme quise.
Soy su raíz y vértigo donde abrazar la muerte
y recibirla joven como el eco de un pozo,
Ofelia sin retorno, perfil de luz, palabra
herida y tibia, aldaba incendiada en las tardes
como eterna presencia del anhelo y el beso
en la cadencia malva anterior al ocaso
o el acorde metálico que corona el silencio.
Un capitán no torna ni sabe cómo hacerlo
cuando ha tocado el canto de sirenas y esfinges.
Borges, Cernuda, Gimferrer o Cortázar
me esperan cada alba para abrazar confines
y recibo en mi aliento su saliva de sombra
y junto al vaho me dictan la bruma de esos ojos
grabados en las piedras que envenenan la tinta.
Apuras hasta el hielo la ginebra humeante
mientras te abraza el sueño y caes en la certeza
de que fuiste de sobra tantas noches de copas
la forma de las formas de trazar los insomnios
con que la fiebre pinta galerías que retumban,
o un telón se levanta de un cine entre la niebla
y seguirá enlazando sus sesiones continuas
donde Bogart, Visconti... o Greta y Dashiell Hammett
quisieran ser tú mismo, sobre ti se prolongan,
y cuando cierra todo y nada aún comienza
te escabulles lo mismo que los gatos que en Ítaca
te conocen y maúllan al llamarte Luis Ángel.
 

     Nevada sobre el parque de Medina de Rioseco, 2015

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