Sólo la soledad y la luz son verdad y consuelan. Por eso espera la llegada del día quien únicamente no traiciona y responde sin fingir ni esquivez a lo que ha rozado al vivir, o como carga o entrega recibe y siente encima: nuestro cuerpo, que es parte de la tierra, cuya naturaleza al crecer nos hablaría con el lenguaje y sentido que hace tanto nos obligaron a olvidar. La soberbia hizo el resto. Así y todo, con sobria solidez nos aguarda a la muerte. Y entonces, el cuerpo que nos sobra y sin cubrir ya molesta, normalmente, con temblor y sosiego, en su oquedad sabe acoger y vela. Aunque en no pocas ocasiones, al cubrirnos, si por azar o extravío fuera tan sólo humana, avergonzada olvidaría. Pues el error también encierra una lección en el ocultamiento y reposo con el que la tiniebla se torne claridad. Y es que el alma, depositada sin forma por la respiración en la saliva, hubo un día que al hombre le sobraba en la boca, y escupió de sí mismo antes de andar.
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