En la memoria
reposan
huellas como vasijas
del resto de la vida.
¡Si la vida cupiera
en ánforas más limpias y sin forma!
Haz de una red
mirada con hilos de inocencia.
Que en ti quede la dicha
o una brisa ligera.
Que no atrapes ya nada.
Como un zorzal que cruza,
mira la tarde sostenerse
en la luz que tú creas.
mira la tarde sostenerse
en la luz que tú creas.
* (En abril del 98, cuando aún faltaban unos años para que fuera construido el Ave a Valladolid que ha convertido en una hora la distancia con Madrid, yendo de viaje hacia allí en un más reposado tren de entonces y recién leído el libro Tantas devastaciones de Jiménez Lozano, por el que conocimos su escritura poética y del que recuerdo su sensación de la dureza de la vida por la mano del hombre, escribí este poema durante el viaje con la aspiración, por contraste, a esa armonía apacible no reducida a derrota, y que por las ventanas de aquel vagón devolvía con tanta rotundidad la claridad de la naturaleza.)
2 comentarios:
los tres primeros versos son una "jaidilla" preciosa. te quiero Carlitos.
Hermosas vasijas, Carlos, hoy transformadas en urnas cinerarias, para acompañar el último vuelo de un hombre sabio, bueno, espiritual y, en el sano sentido de la palabra, "santo": fue quizás, en nuestros tiempos, el alma más afín a su paisano Juan de Yepes, al que tanto admiraba. Sigamos leyéndolo.
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