De pronto unas palabras
dignas de rescatarse.
Y dichas para nadie
sólo las leen tus ojos.
Deja que sea el olvido
quien así las disperse.
Porque quien las conozca
percibirá por siempre
el daño que perdura
sobre la piel del aire.
Hay veces que lo escrito
no busca permanencia
como ocurre en las voces.
Si lees estos confines,
en su silencio huye.
No menciones la herida
por más que la belleza
de su nombre te hechice.
3 comentarios:
Un poema hipnótico, de los de «darse cuenta». Lo escrito busca la piel del aire, la voz quiere reconocerse en lo escrito. La advertencia se cumple, aunque nunca sepamos bien cuál es el camino entre la herida y la belleza. Muy hermoso, Carlos. Y hondo.
Bien, Carlos. Veo que sigue la racha. Bien.
Un abrazo, Á.
Escribimos, querido Alfredo, un poema desde una cierta idea, pero también sucede que a veces durante su escritura el poema toma el mando y conduce a su propio mensaje, si cabe más profundo. Esto ha pasado aquí: a partir de una reflexión inicial sobre los borradores interrumpidos o de las palabras privadas que pese a su atracción no pueden compartirse, el poema se interna por otros terrenos, como el de la totalidad y la nada, que es la única carta donde la vida viene a jugarse. Y dejo el resto de resonancias a la vista, a elección del lector que las rescate de este lenguaje poético que cuenta lo que cuenta entre la sugerencia y el misterio.
Sólo lamento no contar con más momentos donde poder leer -y por tanto poder escribir- lo que quiero. Este poema se debe a la armonía y gusto de leer como me apetece, sin prisas, recreándome (es decir, haciendo de la lectura un hecho creativo), a pie de la naturaleza que me rodea en esta isla. Estaba delante de uno de los poetas que con el tiempo su palabra se me presenta más clara y capaz de devolverme algo a salvo: me refiero a Álvaro Valverde. Por muchos años.
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