miércoles, 7 de diciembre de 2011

Correspondencias

Un ciprés en Mallorca
en mitad del paisaje
no alude a camposanto,
es en hilera linde
o afila cortaaires.
En Villalón de Campos
Cortalaire era el chopo
que enebraba los vientos.
  
  
* (Cuando en Valladolid conocí a Antonio Piedra a mediados de los años 80, por cierto, esperando ambos para saludar a Claudio Rodríguez al final de un acto, recuerdo desde mi primera visita a su entonces casa de Villalón habernos acercado paseando junto a la juguetona y cariñosa Mosca -una perra que al mencionarla dulcifica el tiempo-, hasta un chopo aislado que llevaba este nombre, a un paso de las cárcavas de aquel páramo. Tiempo después, cuando en la Fundación Jorge Guillén Antonio quiso sacar una colección de poesía todavía sin nombre, la sugerencia de aquel paraje, mencionado además en una de sus jaiquillas de un libro por entonces escrito y llamado inicialmente Sobre el bálago -al que una mano del sur dio un renombre barroco-, hizo que la colección recibiera el de Cortalaire. A tantos kilómetros y años por medio, el cruce de una noticia y de la imagen de unos cipreses conduciendo me hizo tomar este apunte.)
 

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