Bajo el sol del invierno
que ilumina sin brasas,
en un paseo contemplas
sorprendidos membrillos
cerca de unas granadas.
Retornas y los buscas.
Hacia el frío, otros frutos
todavía maduran,
preludian en el aire
una ingrávida fiesta.
Y al margen del cansancio
de los años y días,
recobras esta imagen
sabia de los sentidos.
Es un cielo que incita
a proseguir la vida.
Todo estaba al alcance
de la raíz que espera.
Hay perdidas semillas
que se helaron tempranas,
y a la vez en el aire
residen estas formas.
Del interior de un árbol
se levantan las aves,
fijan la geografía
frutal de las afueras.
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